JAVIER MARTÍN-SHARM EL SHEIJ
El Gobierno interino iraquí salió reforzado ayer de la conferencia
de Sharm El Sheij, en la que logró el apoyo internacional a las
elecciones de enero y a su política, auspiciada por EEUU, para la
transición democrática, al tiempo que no se fijó una fecha para la
salida del país de EEUU.
El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y su colega iraquí, Hoshiyar Zibari, comparecieron ante la prensa relajados y satisfechos después de que lo más granado de la comunidad mundial aprobara una declaración de compromiso que evitó todos los asuntos conflictivos. La victoria diplomática quedó, en parte, empañada por las dudas expresadas por algunos países participantes sobre el calendario electoral y las presiones ejercidas para que no se excluya del citado proceso a la amplia, heterogénea y fraccionada oposición iraquí.
Bahrein recogió el señuelo arrojado por Francia y ofreció la posibilidad de hospedar en su territorio un encuentro entre el Gobierno interino y las fracciones opositoras en las semanas previas a los comicios, previstos para el 30 de enero de 2005. El jefe de la diplomacia iraquí respondió que en principio su Gobierno no se oponía, pero que en cualquier caso sería preferible celebrarla en Bagdad, donde su control sería mayor.
Los países favorables a la reunión, en su mayoría árabes, apoyan la celebración de las elecciones, pero temen que la premura y la violencia impida una amplia participación y proceso carezca, así, de la legitimidad deseable.El ministro jordano de Asuntos Exteriores, Hani Mulki, advirtió que si el 13 de enero la consulta electoral no está preparada, los comicios deberán posponerse algunas semanas e incluso meses.
Su colega turco, Abdulah Gul, señaló, por su parte, que la legitimidad no debe ser debatida, pero que el problema estallará si finalmente no participa en 20 por ciento de la comunidad suní. Los principales grupos de oposición suníes, liderados por la influyente Organización de Ulemas, han anunciado que podrían instar al boicot en protesta por la crudeza con la que EE UU trata de aplastar la insurgencia en Faluya y otras ciudades del denominado triángulo suní.