Una nueva jornada de extrema violencia sacudió ayer Irak, teñido de sangre el día que se cumplía el primer mes desde el traspaso de soberanía de las tropas de ocupación a un Gobierno interino.
La tragedia más cruenta ocurrió en la ciudad de Baquba, a unos 60 kilómetros al noreste de Bagdad, donde un atentado suicida con coche bomba segó la vida de 68 personas y causó heridas a más de 30, según cifras del Ministerio de Salud.
El número final de víctimas mortales podría elevarse en las próximas horas, ya que muchos de los heridos están muy graves», subrayó el doctor Ahmed Fuad, responsable del hospital general de Baquba.
El objetivo del ataque volvió a ser la población iraquí, en especial las nuevas fuerzas de seguridad, tildadas por los insurgentes de «traidores colaboracionistas», y con las que el primer ministro interino, Iyad Alaui, trata de estabilizar el país y eliminar la inseguridad.
«Lo que persiguen los terroristas es sabotear el trabajo de la policía, aterrorizar a los ciudadanos y mostrar que el nuevo Gobierno es incapaz de proteger al pueblo. Pero no nos ganarán la partida», advirtió el viceministro iraquí de Asuntos Exteriores, Hamid al-Bayati.
La mayor tragedia del último mes se desató sobre por la mañana cuando un coche cargado de explosivos conducido por un joven estalló frente a la comisaría de policía de Al-Nadja, en el centro de la ciudad.
A esa hora, decenas de personas, también jóvenes iraquíes, hacían cola a la puerta de un vecino centro de reclutamiento de la Guardia Nacional iraquí con la esperanza de ser admitidos para aspirantes a policía.
La explosión causó un profundo cráter en la calzada y alcanzó de lleno a una furgoneta de transporte público, que quedó totalmente destrozada y en la que viajaban 21 de las víctimas mortales.