El Kremlin tendió ayer la mano al presidente norteamericano, George W. Bush, al revelar que el régimen de Sadam Husein planeaba atentados en EE UU y pedir a la ONU que reanude las inspecciones de armas en Irak.
Mientras Bush, con las elecciones en ciernes, afronta críticas en casa por la invasión de Irak y defiende la existencia de vínculos entre Husein y la red terrorista Al Qaeda, Moscú dejó ver que Washington tuvo razones de peso cuando optó por la fuerza en su pulso con el régimen iraquí.
El espionaje ruso calificó de «no objetivo» el informe de la comisión estadounidense que investigó los atentados del 11-S y afirmó que la inteligencia rusa sabía que el Gobierno de Bagdad preparaba actos terroristas en EE UU y había avisado de ello a la CIA norteamericana.
Aunque Rusia fue uno de los mayores críticos de la invasión de Irak, el presidente Vladímir Putin -antiguo espía del KGB soviético y ex jefe de su organismo sucesor, el Servicio Federal de Seguridad ruso- confirmó personalmente esa información sensacional.
De otra parte, la visita de una ayudante de Condoleezza Rice a la prisión de Abu Ghraib mientras ocurrían los malos tratos a presos iraquíes abre nuevas interrogantes acerca de qué pudo saber la Casa Blanca sobre estos abusos. La visita de Fran Townsend ha sido revelada por el teniente coronel Steven Jordan, al cargo de los interrogatorios en la penitenciaría, en un testimonio jurado ante los investigadores militares que tratan de esclarecer esas torturas.