FRANCE PRESS-EFE
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que sufre una
caída en sus índices de popularidad, trata de contener el daño
causado por el escándalo de los abusos a presos iraquíes, mientras
promete mantener la ofensiva contra el terrorismo. Su discurso
radiofónico de ayer tuvo múltiples propósitos: renovar la confianza
de la opinión pública en la aventura iraquí; reafirmar su
compromiso con la lucha antiterrorista, y prometer castigos tanto
para los responsables de las torturas contra prisioneros iraquíes
como para los que mataron al empresario estadounidense Nicholas
Berg.
La decapitación de Berg, los continuos ataques insurgentes en Irak, y los malos tratos infligidos a los prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Gharib han sido objeto de análisis y ruedas de prensa en Washington esta semana. Las malas noticias continúan en aumento para la Casa Blanca porque, según una encuesta divulgada ayer viernes por la cadena CNN y la revista «Time», la aprobación a la gestión de Bush ha bajado al 46 por ciento, mientras que ha aumentado al 51 por ciento el apoyo para el virtual candidato presidencial demócrata John Kerry.
En este escenario, Bush trata de recuperar el terreno perdido tras la divulgación de las fotos de presos iraquíes encapuchados, esposados, humillados y vulnerables en su desnudez. La cárcel de Abu Ghraib, a 32 kilómetros de Bagdad, fue la cámara de tortura del derrocado régimen de Husein y, consciente del simbolismo, el Gobierno de EEUU trata de contener el daño que el escándalo ha causado a su imagen.También señaló que EEUU permanecerá en Irak después del próximo 30 de junio -cuando el gobierno interino tome las riendas- para continuar trabajando en tareas de capacitación y seguridad. Por otra parte, destacó los logros de las fuerzas de ocupación en contra de grupos insurgentes y aseguró que EEUU no dará marcha atrás en Irak porque «sólo hay una forma de responder al terrorismo: debemos enfrentarnos al enemigo y mantenernos en la ofensiva hasta vencer a estos asesinos».