JOSÉ SEAGE-BAGDAD
La presencia de Donald Rumsfeld en Abu Gharib, a unos 30 kilómetros
al oeste de Bagdad, tuvo lugar en el marco del viaje sorpresa de
pocas horas que realizó ayer a Irak para, según dijo, informarse de
primera mano sobre el funcionamiento de las prisiones y el trabajo
de los soldados de EEUU que prestan servicio en ellas. El
secretario de Estado aseguró que no estaba en Bagdad para tratar de
tapar el escándalo. «Si alguien piensa que voy para echar agua al
fuego, se equivoca», aseveró.
Rumsfeld afirmó que los presos detenidos por fuerzas norteamericanas en Irak y Afganistán, así como en Guantánamo, están protegidos por la Convención de Ginebra, excepto los talibanes y los ligados a Al Qaeda, un número indeterminado de los cuales se encuentra entre los 4.000 prisioneros retenidos en Abu Gharib. El secretario de Defensa afirmó que había traído a Bagdad un mensaje del presidente George W. Bush de que «los iraquíes deben ser tratados humanamente y de acuerdo con la Convención de Ginebra».
La oleada de críticas internacionales por los casos de tortura ha llevado a numerosas voces dentro y fuera de EEUU a pedir el cierre de Abu Gharib, una prisión ya tristemente famosa en tiempos de Sadam Husein, pero las autoridades estadounidenses se han limitado a anunciar una reducción del número de reclusos y un cambio del director del centro.
Hasta el momento, las autoridades norteamericanas han anunciado el próximo juicio en un tribunal marcial de tres de los soldados implicados en las torturas y malos tratos. Rumsfeld calificó de «basura» las declaraciones de algunos políticos estadounidenses que habían sugerido que su departamento trató de ocultar los abusos en esa cárcel.