RUBÉN MARCOS-ESTOCOLMO
Cientos de ciudadanos suecos se acercaron espontáneamente a lo
largo del día de ayer a las puertas del gran almacén NK de
Estocolmo, donde el miércoles fue agredida la ministra de Asuntos
Exteriores, Anna Lindh, para mostrar su dolor y repulsa por un
ataque que ha conmovido a todo el país.
Pese a que los responsables de la campaña retiraron ayer todos sus carteles de campaña del centro de la ciudad, la imagen de Lindh continúa omnipresente, horas después de su muerte, en las carreteras de acceso a la capital desde donde, con una sonrisa y una mano tendida, sigue solicitando a los suecos el apoyo a la entrada del país en el euro. En la entrada del almacén donde la ministra recibió el miércoles las puñaladas de un desconocido que acabaron con su vida, una corriente constante de personas de toda procedencia y condición llega para rendir un último homenaje y depositar flores, velas y mensajes de condolencia.
Lindh era una de las principales figuras del Partido Socialdemócrata sueco. Muy apreciada por su amabilidad y dedicación, era una de las principales candidatas a la sucesión del primer ministro Persson.
Muchos ciudadanos suecos no salen de su espanto cuando piensan en que el asesinato de Lindh es un calco del crimen que hace diecisiete años acabó con la vida del entonces primer ministro Olof Palme a poco más de quinientos metros del lugar de la nueva tragedia.