El jefe de los inspectores de desarme de la ONU, Hans Blix, considera que los «detractores» que admite tener en Washington, son una serie de «bastardos» que intentaron difamarle durante los tres años que ocupó el cargo y, especialmente, en su labor en Irak.
Blix, que se jubila dentro de tres semanas, acusa a esa gente de «propagar rumores, difundir cosas feas en la prensa», con el fin de menoscabar su labor. «Era como una picada de mosquito durante la noche que sigue ahí por la mañana. Irritante», describe el diplomático.
En sus declaraciones, inusuales por el tono directo y quizás poco diplomático, Blix revela que el Gobierno de George W. Bush presionó a sus inspectores para que redactaran informes desfavorables a Irak. Además, varios «elementos» del Pentágono concertaron una «campaña de calumnias» contra él.
Recuerda que, ya antes de retomar su trabajo de inspección, en noviembre, el Gobierno de EEUU insistió en que no era un buen candidato.
La campaña contra él se acentuó cuando empezó la búsqueda de armas en el país árabe, explica Blix.
En Irak, empezaron a llamarle «ese homosexual que va a Washington cada dos semanas para recoger sus instrucciones».
«Los iraquíes empezaron a propagar ese rumor sobre mí» y a contar chistes sobre su mujer, cuenta dolido, este sueco de 75 años, padre de dos hijos.
Según Blix, Estados Unidos ve a la ONU como un poder «extraño», que querría eliminar: «Hay gente en esa Administración que dice que no le importaría que la ONU se hundiera en el río East (Nueva York), y cosas mucho peores...».