La cumbre franco-británica concluyó ayer en Le Touquet (norte de Francia) sin que los dos países limen sus diferencias sobre la crisis iraquí. El presidente francés, Jacques Chirac, y el primer ministro británico, Tony Blair, reconocieron la existencia de divergencias sobre Irak, aunque «menores de lo que parecen», en palabras del jefe del Estado francés.
Éste subrayó ayer que «lo esencial es dejar a los inspectores seguir con su trabajo», pues «ya se ha demostrado la eficacia» de este sistema, y darles los medios que necesiten para lograr el desarme de Irak, al que consideró posible llegar por esta vía. Chirac y Blair resaltaron sus coincidencias en dos puntos esenciales -el desarme iraquí y que éste pase por el Consejo de Seguridad de la ONU- pero las diferencias están en los métodos para llegar a este objetivo.
Mientras el Reino Unido secunda la tesis de EEUU favorable a una operación militar y apoya una segunda resolución de la ONU que contemple el uso de la fuerza, Francia insiste en el trabajo de los inspectores de desarme y descarta, al menos por ahora, una guerra, que considera la peor de las soluciones y el último recurso. En alusión a las pruebas que dará hoy a la ONU el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, sobre la eventual existencia de armas de destrucción masiva en Irak, Chirac dijo que habrá que tomar en consideración «los elementos nuevos que puedan aportarse».
Tampoco se definió sobre si Francia utilizará el derecho a veto que le confiere el hecho de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y se limitó a declarar que lo decidirá en «el momento debido y conforme a las circunstancias». Pese a los desacuerdos sobre Irak, la cumbre dio sus frutos, así París y Londres decidieron aumentar la operatividad entre sus grupos aeronavales para que siempre haya un portaaviones europeo disponible dentro de la futura fuerza de reacción rápida europea.