La victoria que el Likud obtuvo en los comicios del martes preocupa más a su propio líder, Ariel Sharón, que a los laboristas, y por ello algunos editorialistas no dudan en calificarla de «pírrica». Sharón, cuyo partido obtuvo 37 de los 120 escaños del Parlamento, está preocupado por la formación del nuevo Gobierno debido a que los Laboristas ya han anunciado que se quedarán en la oposición con sus 19 parlamentarios.
«Una victoria pírrica», la califica el columnista Yoel Marcus, del diario Haéretz, al recordar que en noviembre pasado Sharón perdió a los laboristas en su gobierno de unidad nacional por no ceder a su entonces líder, Benjamín Ben Eliezer, una partida presupuestaria de unos pocos millones de dólares que le pedía para fortalecer su liderazgo en las filas pacifistas.
«Sharón venció al Laborismo, que de cualquier forma estaba ya en la cuerda floja, incrementó significativamente la representación del Likud en el Parlamento, pero por encima de todo, se ha perjudicado a sí mismo», afirma en ese sentido el columnista. Se refiere al hecho de que en la actual constelación política, y con el Partido Laborista afuera, el primer ministro se ha quedado sin demasiadas opciones para formar un gobierno estable y que no «horrorice» a la comunidad internacional.
Estados Unidos, por no hablar ya de la Unión Europea, podría ver con recelo el que partidos como la Unión Nacional -que exhortan a expulsar a Arafat y desmantelar la ANP- puedan estar en un gobierno con Sharón. La formación de gobierno se ha convertido en una auténtica pesadilla para Sharón, que ansía tener entre sus manos a personajes como el laborista Simón Peres para que se encarguen de lavar la cara de Israel por el mundo, mientras él aplica mano dura contra los palestinos.