En Kandahar, último bastión talibán en el sur, la situación era confusa, pues si bien la Alianza del Norte informó de que «nuestros partidarios han entrado» en la ciudad, luego precisó que se refería a habitantes y grupos de la región y no a las tropas antitalibán. Said Jikmat, embajador en Tayikistán del «gobierno legítimo» afgano, dijo que esos «partidarios» entraron en el centro espiritual talibán y que «el pueblo se ha rebelado». «En Kandahar no hay talibanes, pero no tengo más información», afirmó Jikmat, cuyas palabras fueron interpretadas por otros medios como una afirmación de que la Alianza se había hecho con el control de la ciudad. La milicia talibán desmintió la toma de Kandahar.
Mientras, un portavoz talibán indicó que sus fuerzas mataron ayer a 50 personas, entre ellas 20 extranjeros estadounidenses y británicos, en el sector de Bangui, entre Kunduz y Taloqan (norte), que se encontraban en un convoy de la oposición antitalibán.
Jalalabad, al este de Kabul y muy cerca de la frontera con Pakistán, también cayó en manos de fuerzas opositoras, pero no de la Alianza del Norte, sino de dos grupos de pastunes (etnia mayoritaria en el sur de Afganistán y a la que pertenecen los talibanes) encabezados por el comandante Yunus Jalis. Otros grupos opositores cuya afiliación política no está clara arrebataron a los talibanes las provincias orientales de Jost, Kunar, Nangarhar y Logar, que según fuentes de la Alianza están bajo control de jeques locales, generalmente pastunes.
Mientras tanto, Kunduz se convirtió en el baluarte de la resistencia talibán en el norte y en la única capital de las provincias septentrionales aún en manos de los integristas, tal vez porque buena parte de la población es también pastún.