Las empresas estadounidenses trataban de volver a la normalidad ayer pese a los costos en infraestructura, logística e incluso personales que muchas de ellas debieron soportar como consecuencia del brutal atentado terrorista. Las firmas más afectadas, sin lugar a dudas, fueron las del ámbito financiero, muchas de las cuales poseían oficinas en las derruidas Torres Gemelas del World Trade Center o en alguno de los muchísimos edificios adyacentes al lugar de la tragedia. Entre ellas, el caso más simbólico y terrible es el de la correduría de bonos Cantor Fitzgerald, que ocupaba varios de los pisos superiores de una de las torres.
De los 1.500 empleados de la empresa, 800 trabajaban en el World Trade Center y de ellos cerca de 600 siguen sin aparecer. Otra empresa directamente afectada fue Morgan Stanley Dean Witter, que era el mayor arrendatario de las torres y que aún no ha podido dar cuenta de todos su trabajadores.
Afectadas de manera algo menos directa, se cuentan también las instalaciones de American Express, Merrill Lynch y una larga lista de empresas financieras que poseían grandes edificios de oficinas en la zona. Pero los efectos no sólo se limitan a las compañías con sedes en la parte sur de Nueva York, sino que se extienden por todo el país.