El intento de golpe de Estado del 19 de agosto de 1991 contra el presidente soviético, Mijail Gorbachov, fue una insurrección del partido comunista y del KGB (los servicios secretos soviéticos), según el ex consejero de Gorbachov e «ideólogo» de la Perestroika, Alexandre Yakovlev. «Fue una sublevación del partido y del KGB, encabezada por el jefe del KGB Vladimir Kriuchkov, que contó con el consejo político del presidente del Soviet Supremo Anatoli Lukianov», afirmó en una entrevista Yakovlev, una de las personalidades más próximas a Gorbachov y el principal ideólogo de su política de reformas y de democratización lanzada en 1985.
«Es una de las razones por las que el golpe no tenía ninguna posibilidad de triunfar: el Ejército nunca habría aceptado seguir el juego al KGB», añadió Yakovlev. El vicepresidente Guennadi Yanayev «se dejó arrastrar», el ministro del Interior (que se suicidó el 21 de agosto) «fue engañado», el ministro de Defensa Dmitri Yazov «rechazó un baño de sangre cuando, sin pedir la opinión de sus camaradas, dio la orden el 21 de no abrir fuego y de retirar los tanques» de Moscú, aseguró Yakovlev.
Decenas de miles de moscovitas salieron a las calles y levantaron barricadas para defender el edificio del Parlamento ruso, donde Boris Yeltsin, entonces presidente de la república soviética de Rusia, asumió la dirección de la resistencia contra los golpistas. Ayer, en cambio, Rusia acogió con bastante ambigüedad y una importante dosis de indiferencia el décimo aniversario del golpe de Estado. Tan sólo cien personas participaron ayer en una manifestación conmemorativa ante la 'Casa Blanca', sede del Gobierno ruso, donde miles de personas desafiaron a los tanques del Ejército Rojo durante los tres días que duró el golpe de Estado.