La Duma o cámara baja del Parlamento ruso aprobó ayer definitivamente la ley de inmunidad vitalicia limitada para los ex presidentes rusos, que excluye al antiguo líder soviético Mijail Gorbachov. La nueva ley limita la inmunidad al ex presidente Borís Yeltsin, quien pocas horas después de dimitir el 31 de diciembre de 1999 logró la inmunidad por un decreto de su sucesor, Vladimir Putin.
Una enmienda de última hora ayer estipuló que un ex presidente «puede ser privado de inmunidad en caso de que se le incoe un expediente penal por graves delitos cometidos durante su ejercicio del cargo». La ley fue aprobada en tercera lectura por 280 votos a favor y 170 en contra, y entrará en vigor después de ser aprobada por el Consejo de la Federación o senado ruso, y firmada por el presidente Putin. «El presidente que cesa en sus funciones goza de inmunidad, no puede ser procesado penal ni administrativamente, ni detenido, arrestado, registrado o sometido a interrogatorio», decía el texto del decreto de Putin, entonces jefe de Estado en funciones.
Decreto
Ese decreto no era exclusivo para Yeltsin, sino para «todos los
jefes del Estado que abandonen el poder al término de su mandato
constitucional o en caso de dimisión», expresión que animó a muchos
políticos a incluir a Gorbachov, ex presidente de la URSS. Pero la
Duma se negó a votar otra enmienda para extender las garantías de
inmunidad a Gorbachov, «padre de la perestroika» que abrió las
puertas para la desintegración del imperio soviético.
La ley establece que en el caso de apertura de un expediente penal a un presidente jubilado, el fiscal general presentará la solicitud correspondiente a la Duma. Curiosamente, la votación de la ley coincide con la vuelta a la actualidad del «caso Mabetex», a raíz de la detención en Nueva York la semana pasada del ex intendente de los bienes del Kremlin, Pavel Borodin, quien, según el fiscal Skuratov y la Fiscalía suiza, se habría embolsado de manera ilegal unos 30 millones de dólares (cerca de 550 millones de pesetas).
El 'caso Mabetex' hace referencia al lavado de millones de dólares en bancos suizos por parte de altos funcionarios rusos, entre los que han llegado a aparecer las propias hijas de Yeltsin, que habrían cobrado sustanciosas comisiones por otorgar a la empresa suiza Mabetex las obras millonarias de reconstrucción del Kremlin y otros edificios públicos rusos.