El presidente de Filipinas, Joseph Estrada, se resiste a firmar su dimisión y continúa las negociaciones para ganar unos días más, indicaron ayer fuentes del panel negociador de la oposición política. Estrada disponía hasta las 22.00 GMT del viernes (las 00.00 de hoy en Balears) para irse o enfrentarse al poder popular, unos dos millones de personas, según la cadena de televisión ABS-CBN, que han anunciado que acudirán al palacio presidencial a desalojarlo.
Hernando «Nani» Pérez, miembro del equipo negociador anti-Estrada, señaló a la prensa local que aún discutían cuestiones como garantías de seguridad para la familia del presidente y su nueva residencia. Pérez descartó que el mandatario y su familia se preparasen para abandonar el país. La transición pacífica que pretende la oposición política tropieza con las «trabas técnicas», en palabras de Alex Magno, portavoz del panel negociador, que surgirán si el jefe del Estado se niega a dimitir. La Constitución permite que la vicepresidenta, Gloria Macapagal-Arroyo, en el caso actual, suceda a Estrada si éste se encuentra incapacitado para cumplir sus funciones o si renuncia.
La proclamación unilateral de Macapagal-Arroyo como presidenta de Filipinas carecería de legitimidad Constitucional, pese a que la respalde parte del pueblo, las Fuerzas Armadas, la comunidad financiera y de la Iglesia católica. El mandatario filipino se quedó sólo ayer cuando la mayoría de su Gobierno, los militares y la policía le dieron la espalda y se unieron a los centenares de miles de personas que cumplían cuatro días de manifestaciones para que dimitiese.
Los rivales de Estrada le acusan de corrupción y de haber llevado el país al borde del caos político y económico. Los mercados financieros de Filipinas reaccionaron después de dos días de pérdidas y subieron ayer al creer los inversores que la dimisión de Estrada es inminente.