La Knesset (Parlamento) israelí debatía ayer noche una moción de disolución de la cámara, que se esperaba prosperase, cuando saltó la noticia: el Gobierno había decido adelantarse a su propia caída y anunciar que, fuese cual fuese el resultado de la votación, convocará elecciones anticipadas. A pesar del anuncio, el Parlamento israelí votó ayer noche por mayoría absoluta a favor de su disolución y la convocatoria de elecciones anticipadas.
Ehud Barak, se vio «forzado a ello para evitar las humillaciones» que implicaría intentar salvar su gabinete por medio de negociaciones con otros partidos. «No tengo miedo de las elecciones» declaró desde la tribuna del Parlamento. «Estoy orgulloso de lo que ha hecho mi Gobierno». Sin embargo, las perspectivas del partido de Barak no son particularmente optimistas. Según todas las encuestas, la sociedad israelí se decanta cada vez más por un regreso del Likud, el partido de la derecha, que ha gobernado durante décadas, a excepción del breve periodo del Gobierno de Barak.
La popularidad del propio Barak ha alcanzado un nivel tan bajo que incluso se duda que logre ser candidato por su partido y ya empieza a apostarse por nombres alternativos, como el ministro Haim Ramon, el presidente del Parlamento, Abraham Burg, o el ministro de Interior y Exteriores, Slomo Ben Ami. Esta jugada de Barak destruye las aspiraciones de Ariel Sharon, el actual líder del Likud. Los plazos que implica la convocatoria de nuevas elecciones permitirán a su rival dentro del partido, Benjamin Netanyahu, disputar con muchas posibilidades de éxito la candidatura y, por tanto, el liderazgo de la derecha israelí.