Putin viajó a las costas del mar de Bárents diez días después de la tragedia y 24 horas tras el anuncio oficial de la defunción de los marinos, para asistir a las honras fúnebres e intentar consolar a los familiares de las víctimas. Un decreto de Putin ha establecido que hoy, 23 de agosto, un día de luto nacional y de banderas a media asta por la muerte de los 118 tripulantes del «Kursk», sepultados a 107 metros en un ataúd de acero que, al parecer, seguirá bajo el mar mucho tiempo.
Las esposas de varios marinos muertos en el submarino nuclear «Kursk» hicieron ayer un dramático llamamiento para que continúen los trabajos de rescate, con la esperanza ciega de que se encuentre todavía «aunque sea un sólo superviviente». En medio de un fuerte despliegue de cuerpos de seguridad por toda la zona ártica, Putin llegó a Severomorsk, principal base de la Flota del Norte, donde se reunió con el mando naval y recibió un informe del comandante de la Armada, Kuroyédov.
Un helicóptero trasladó al presidente y a su comitiva a Vidiáyevo, base de submarinos a la que estaba adscrito el «Kursk» y que estos días se ha convertido en epicentro de angustia y dolor al albergar a más de 400 parientes de los marinos muertos. En previsión de probables incidentes durante el encuentro, las autoridades movilizaron a decenas de psicólogos para aplacar la «extrema agresividad» de los familiares, que acusan a las autoridades de haber «traicionado» a sus seres queridos, dijo uno de los médicos.