Más de dos millones de chiapanecos están convocados hoy a las urnas para renovar su Gobierno en unas reñidas elecciones precedidas de una escalada de incidentes violentos entre zapatistas y simpatizantes del oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI). Chiapas, uno de los Estados más pobres del sureste mexicano, se convirtió en foco de interés internacional en enero de 1994, cuando se alzó en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y enarboló la bandera de la defensa de los derechos indígenas.
Tras siete décadas del gobiernos del PRI, las encuestas dan por primera vez como favorito a un candidato de oposición, Pablo Salazar, presentado por ocho grupos entre los que se incluyen el conservador Acción Nacional (PAN) y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD). Su rival, el priísta Sami David, aparece en los sondeos con al menos 10 puntos de desventaja, aunque tanto simpatizantes del PRI como opositores reconocen que, en el caso de Chiapas, no es posible guiarse por encuestas, ni siquiera de forma orientativa. Tras el histórico fracaso del PRI en las presidenciales del pasado 2 julio, el partido gubernamental se la juega en estas primeras elecciones estatales.
La derrota de Sami David, según el gobernador, dificultaría el reagrupamiento del partido cuando la dirección trata de «evitar la desbandada» y la crisis interna ha llegado a enfrentamientos violentos que incluso han causado muertos, como ocurrió el viernes en el Estado de México. El último recuento deja nueve muertos, 87 heridos y 245 detenidos. Aunque dirigentes del PRI desligan los hechos de su situación, es evidente que comienzan a aflorar viejas disputas que amenazan con disgregar el poderoso partido.