El momento del vicepresidente estadounidense, Al Gore, llegó ayer (madrugada española) al término de la convención demócrata, donde recibió la candidatura a la presidencia con un discurso en que se presentó como «él mismo» y apeló a la parte más populista de su partido. Rodeado por delegados ondeando banderines en los que se podía leer «Gore» y al ritmo de «There´s a Hero» (Hay un héroe), el candidato a la presidencia subió al podium de oradores dispuesto a aprovechar su minuto de estrellato para convencer a los electores de que voten por él.
El «minuto» de triunfo se aproximó a la hora y el discurso, como anunció previamente su esposa, Tipper, se transformó en un álbum de fotos y luego palabras que quisieron mostrar la madera de la que está hecha el hombre llamado Al Gore. «Estoy aquí como yo mismo y quiero que me conozcan por lo que soy», afirmó Gore para vaticinar una «nueva era» y recalcar que en las elecciones del siete de noviembre próximo elegirán «un nuevo presidente». Aunque en sus palabras hubo un deseo de empezar una nueva página que le separe del presidente de EEUU, Bill Clinton, en su discurso hizo una mención clara y por su nombre al mandatario, al que agradeció la prosperidad que vive el país.
Gore también hizo alusión a sus años como vicepresidente al hablar de la prosperidad del país durante la administración Clinton, evitando cualquier alusión al escándalo Lewinsky. En un discurso populista totalmente vinculado por y para la familia, Gore se atrevió a defender el asunto polémico del aborto, al aclarar que defenderá el derecho de la mujer a elegir. Mientras tanto el fantasma del escándalo ha vuelto a sacudir al presidente de los Estados Unidos. Fuentes de Washington anunciaron el jueves pasado que un gran jurado designado por el fiscal independiente Robert Ray estudia la posibilidad de someter a Clinton a una nueva investigación en torno a las relaciones que mantuvo con la ex becaria.