Como ningún otro republicano lo había hecho desde Ronald Reagan, George W. Bush ha apelado al electorado de independientes y demócratas a que sigan su liderazgo para comenzar una nueva era distinta a los ocho años de Clinton y Gore. Algo cohibido al principio y sin desgranar detalles de sus propuestas, Bush cumplió con el objetivo de presentarse con un nuevo republicano moderado y solidario, alejado de la tradicional retórica conservadora.
Bush, de 54 años, defendió los conocidos postulados republicanos sobre la reducción de impuestos, aumento de los gastos de gobierno y reducción de la influencia del gobierno, pero tuvo palabras de comprensión para las minorías y los pobres. Imbuidos de un renovado fervor y convencidos de que el tándem Bush-Cheney les devolverá la Casa Blanca, los republicanos se lanzaron ayer, con más de diez puntos de ventaja sobre el demócrata Al Gore, a la reconquista de la presidencia de Estados Unidos.
George W. Bush y Dick Cheney, eufóricos por su ventaja en las encuestas, iniciaron un recorrido en tren por cuatros estados que pueden ser decisivos en los comicios presidenciales estadounidenses de noviembre: Pensilvania, Ohio, Michigan e Illinois. «Salimos de Filadelfia fortalecidos, unidos y centrados en la victoria de noviembre», dijo Bush. Los propios republicanos reconocen que esa ventaja es fruto del tirón electoral que representa la convención y que Gore recuperará terreno una vez designe a su candidato a vicepresidente y encabece la convención demócrata de Los Àngeles.