La reunión de Camp David, que ha durado dos semanas, no ha podido repetir el histórico acuerdo logrado allí en 1978 entre Israel y Egipto, pero el presidente estadounidense, Bill Clinton, se resiste a tirar la toalla y patrocinará la continuación de los contactos para intentar hallar una solución. «Jerusalén ha sido el problema más difícil», reconoció Clinton en la Casa Blanca al anunciar la falta de acuerdo.
Clinton reconoció que «por ahora» no es posible lograr un acuerdo, pero insistió en que se han producido avances sustanciales en «los asuntos centrales» de las negociaciones entre ambas partes. El presidente reconoció que el primer ministro israelí, Ehud Barak, se mostró más flexible en determinados principios que el dirigente palestino, Yaser Arafat, «especialmente en Jerusalén».
Pero Clinton dijo sobre Arafat que sería erróneo juzgar a nadie por su sentido de «identidad nacional». A pesar de todo, Clinton insistió en que «se han hecho progresos en los asuntos fundamentales», e instó al primer ministro Barak y al líder palestino Arafat para que señalaran que durante la cumbre se lograron avances significativos. Las tres partes firmaron una declaración en la que israelíes y palestinos se comprometen a «continuar sus esfuerzos para concluir un acuerdo ... tan pronto como sea posible». La declaración indica que, aunque no se pudo «salvar las diferencias y lograr un acuerdo, las negociaciones fueron sin precedentes por su alcance y detalle».