Boris Berezovski, uno de los hombres más ricos e influyentes del país, quemó ayer puentes y declaró la guerra al Kremlin, al que acusó de destruir Rusia y de intentar implantar un régimen autoritario.
El magnate anunció que el próximo miércoles presentará su dimisión como diputado de la Duma o Cámara Baja del Parlamento, porque no quiere asistir a la «destrucción de Rusia ni la reinstauración de un régimen autoritario». Berezovski indicó en rueda de prensa que otro de los motivos que le impulsó a tomar la decisión de dimitir es el de «jugar en iguales condiciones que los otros oligarcas en la campaña desatada por el Estado contra el mundo de los negocios».
Según el financiero, las acciones judiciales emprendidas contra los empresarios más prominentes del país forman parte de una «campaña que apunta destruir al gran empresariado independiente». Las diferencias entre el magnate y el Kremlin se refieren no sólo a tensas relaciones entre las autoridades y el mundo de los negocios, sino también a los planes de remodelación de la Federación Rusa. Berezovski es uno de los más acérrimos adversarios de la reforma propuesta por el presidente ruso, Vladímir Putin, para modificar el mecanismo de composición del Consejo de la Federación o Senado.