Parecen mínimas las posibilidades de un gran fraude mañana en México por la independencia del Instituto Electoral que reconocen todos los partidos, pero pocos dudan de que el PRI pondrá a funcionar a todo vapor su poderosa maquinaria, acusada en el pasado de trampas y ardides ilegales.
El presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg, insistió ayer en que las elecciones transcurrirán de forma pacífica y ordenada, y en que no está en peligro la estabilidad social y económica de México. Woldenberg aseguró que «no hay ningún foco de alarma» y que la democracia mexicana «se ha convertido en una realidad imposible de ser revertida o cancelada por inercias, fraudes o prácticas de otros tiempos».
Los aspirantes a la Presidencia han expresado su confianza en la imparcialidad del IFE, pero la oposición manifiesta a diario su desconfianza en el Tribunal Federal Electoral, que deberá dictaminar sobre las impugnaciones, y en el Gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) tras siete décadas de acusaciones de democracia amañada. El candidato opositor Vicente Fox, de la conservadora Alianza por el Cambio y el Partido de Acción Nacional (PAN), declaró que espera que el PRI no haga «las chapucerías que acostumbra para evitar una situación incómoda el día posterior a la fecha de la elección». Fox admitió que respetará el resultado si no hay evidencia de un fraude, aunque advirtió de que lo contrario suscitará una fuerte reacción social y violencia postelectoral. El candidato del PRI, Francisco Labastida, no duda de que las elecciones de mañana serán «limpias y transparentes», y descarta incluso la compra de votos o coacción hacia los electores.