El 3 de octubre de 1990, el territorio de lo que durante 40 años había sido la República Democrática Alemana (RDA) se integraba en la República Federal (RFA), menos de un año después de que se abriera el muro que había dividido al país y simbolizado la Guerra Fría. Por primera vez en muchos años, Alemania tiene ocasión de conmemorar un capítulo de su historia reciente que no es nefasto. La revolución pacífica, según el historiador Joseph Rovan, «sólo se puede considerar alemana en un 25%» siendo el resto consecuencia de la «perestroika» soviética.
Además de la Unión Soviética, otros países del Pacto de Varsovia contribuyeron al proceso que culminó en la unión de las dos Alemanias, empezando por Hungría que, el 2 mayo de 1989, abrió 'de facto' el Telón de Acero. Pocas semanas después, ciudadanos germano-orientales empezaron a utilizar esa vía de escape parar pasar al Oeste; otros recurrieron a ocupar las embajadas. A principios de octubre, el líder soviético Mijail Gorbachov recibe una calurosa acogida popular durante una visita a Berlín Este. Los comunistas de la RDA se habían resistido desde el principio a aplicar las reformas que preconizaba Gorbachov.
El 17 de octubre de 1989, el líder del partido comunista de la RDA (SED), Erich Honecker, se ve obligado a abandonar todos sus cargos, ocho días después de que 75.000 personas se manifestaran en Leipzig recordando a gritos a los dirigentes socialistas: «Nosotros somos el pueblo». La caída de Honecker no calmó las aguas; el 4 de noviembre más de medio millón de manifestantes desfilaban en las calles de Berlín Este pidiendo reformas. Finalmente, el 9 de noviembre, el SED anunció la apertura de los pasos fronterizos al Oeste: el Muro de Berlín dejaba de existir.