Dos miembros de la Misión de Naciones Unidas en Timor Oriental (UNAMET) murieron ayer en la localidad de Maliana durante nuevos incidentes protagonizados por las milicias contrarias a la independencia de la ex colonia portuguesa. La muerte de los hombres, que forman parte del personal local de UNAMET, fue anunciada por el portavoz de la ONU, Fred Eckhard, quien dijo no tener por ahora más detalles.
Informaciones de prensa señalaba que tuvieron lugar durante un ataque de los paramilitares a una residencia de estudiantes de esa localidad, situada al suroeste de Dili, la capital de Timor Oriental. Con el fallecimiento de los dos empleados asciende a cuatro el número de miembros de la UNAMET muertos desde el pasado lunes.
Mientras, las decenas de miles de refugiados que el lunes votaron masiva y pacíficamente en el referéndum organizado por las Naciones Unidas tratan de huir de la violencia de las milicias adiestradas por el Ejército indonesio, a las que nadie detiene y cuya impunidad es aún mejor aliado que sus fusiles.
Aterrorizada la población, gran parte escondida en las montañas o refugiada en escuelas e iglesias, son pocos los jóvenes independentistas que aún les hacen frente. Con piedras, cuchillos y cualquier otro objeto frente a los fusiles automáticos M-16, las pistolas de fabricación casera y los machetes, los enfrentamientos son casi siempre desiguales.
Además, los paramilitares cuentan con el apoyo de los policías
indonesios, que toleran los desmanes, y las tropas de Yakarta, que
amparan sus acciones.
Ayer, de nuevo, los observadores extranjeros y los periodistas se
convirtieron en el objetivo de sus amenazas e intimidaciones.
Mientras en Yakarta el jefe de las Fuerzas Armadas de Indonesia,
general Wiranto, declaraba que las informaciones de la prensa
internacional son «exageradas», cinco paramilitares sembraban el
terror en otro de los hoteles donde se alojan los periodistas, esta
vez el «Turismo».
Ayer fueron muchos los que abandonaron la isla, entre ellos altos cargos de la administración local y sus familias, junto a los periodistas indonesios, que fueron advertidos de que ésta podía ser una de sus últimas oportunidades de salir de Timor, donde crece el temor a una explosión incontrolada de violencia. El ministro australiano de Asuntos Exteriores, Alexander Downer, fue claro: «No es cuestión de números, sino de eficacia».