Unas 100.000 personas protestaron ayer jueves en la capital de Yugoslavia para demandar la renuncia del presidente, Slobodan Milosevic, acusado de ser el responsable de una década de conflictos. La manifestación fue la mayor en Serbia desde las protestas callejeras de 1996, cuando se trataba de que Milosevic reconociera los triunfos de la oposición en elecciones locales que le permitieron el control de ciudades clave en todo el país.
Tratando de reducir la concurrencia de manifestantes, las autoridades habían ofrecido la posibilidad de adelantar las elecciones, hicieron cambios en la lotería nacional y ordenaron el pago ayer mismo de pensiones retrasadas desde abril. Pero portavoces de la oposición dijeron que la Policía no hizo intentos de detener a los autobuses que llevaban gente a la manifestación desde otras ciudades serbias. La Policía mantuvo una actitud discreta durante la manifestación frente al Parlamento federal, en el centro de Belgrado, pero había un importante contingente en su interior.
Poco antes del comienzo de la marcha, una granada de gas lacrimógeno cayó entre la multitud cerca del podio, y un testigo dijo que un manifestante fue llevado al hospital, pero la concentración continuó con los discursos de líderes opositores. Los organizadores, el grupo G-17 de economistas independientes bajo la sombra de la influyente Iglesia ortodoxa, habían instado a la siempre dividida oposición a que se uniera en la marcha y pidió a los participantes que dejasen sus partidismos en casa.
Uno de los dos principales líderes de oposición, Vuk Draskovic, del Movimiento de Renovación Serbia, reclamó en el multitudinario mítin la convocatoria de elecciones anticipadas antes del próximo mes de noviembre. En su discurso ante los miles de personas concentrados en la capital Draskovic lanzó un llamamiento a la «oposición responsable».