El rey Hasán II, muerto oficialmente el pasado viernes a las seis de la tarde (hora española) de una crisis cardíaca tras una neumopatía aguda, estaba ya clínicamente muerto cuando fue trasladado ese mismo día a las tres de la tarde al hospital civil Avicena de Rabat, según anunció ayer una fuente médica fidedigna que no quiso ser identificada. El soberano, precisó, se encontraba en su palacio de Skhirat, a unos veinte kilómetros de Rabat, cuando sintió de repente un escalofrío y una molestia a la altura de la garganta.
El miércoles, había cenado, en plena forma, con el presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh. Ambos habían conversado y bromeado hasta una hora avanzada de la noche. Sin embargo, el viernes a las 05:50 horas, el rey Hasán II, molesto pero al parecer sin estar preocupado, llamó por teléfono a su otorrinolaringólogo, el coronel mayor Bumehdi. Le explicó su malestar y le pidió que pasara a verle «hacia las ocho».
Diez minutos más tarde, el monarca sufre repentínamente un trastorno de su ritmo cardíaco. Es entonces trasladado inmediatamente a la clínica real de Rabat, que se encuentra en el recinto del palacio real. Sin embargo, su estado de salud no es considerado todavía dramático, porque sus médicos estiman que no es necesario trasladarlo al hospital Avicena. Para ellos, el equipamiento de la clínica real, verdaderamente muy sofisticado, era suficiente.
Al final de la mañana, el rey pierde de repente el conocimiento y entra en coma. Sus médicos se aterrorizan, le entuban y deciden trasladarlo de urgencias por ambulancia al hospital Avicena. Hasán II es colocado inmediatamente bajo vigilancia cardio-respiratoria, pero ya está en un estado de coma profundo, casi clínicamente muerto.
Su entorno prevé incluso enviarlo de urgencias a París, con el que ya se había contactado, pero es imposible trasladarlo. Entre las tres y las seis de la tarde, se intentan todas las formas de reanimación. El corazón del monarca responde, pero con altibajos y, a las 18:00 horas, su ritmo cardíaco es definitivamente plano. Queda por resolver un enigma: ¿qué pasó realmente, por la mañana, en la clínica real de Rabat? Miembros de la familia real están convencidos de que el rey se habría salvado de haber estado en EE UU o Francia.