«Hay muchas personas aterrorizadas, y con justificación», confesó el portavoz de la Alta Comisaría de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Pristina, Ron Redmond, tras una noche en que hubo dos nuevos asesinatos en la capital y fueron incendiadas cuatro casas de gitanos.
«Espero que a largo plazo la presencia internacional mejore la situación, pero por ahora la gente está marchándose», dijo Redmond en la capital kosovar, donde continúa el saqueo de los comercios serbios, incluida la agencia serbokosovar de noticias, el Media Centar.
Todo parece indicar que el éxodo serbio continuará ante la llegada de cada vez más refugiados albano-kosovares que se marcharon a Albania, Macedonia o Montenegro durante los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia, entre marzo y junio.
La ACNUR comienza hoy el retorno organizado de estos 400.000, que serán transportados en autocares desde campamentos en Macedonia y Albania hasta tres ciudades «seguras» de Kosovo: Pristina, Prizren (en el sur) y Urosevac (en el suroeste).
Sin embargo, no hay ninguna previsión para el retorno de los serbios que han huido de sus hogares en las últimas dos semanas, y que, según la Iglesia Ortodoxa Serbia, se cifran en unos 100.000, de una comunidad que antes de la guerra comprendía 180.000 personas.
Mientras, ayer llegó a Pristina, capital de Kosovo, la avanzadilla de tropas rusas que deben desplegarse a lo largo de esta semana en las zonas acordadas con Estados Unidos.