Borís Yeltsin ganó con autoridad ayer el pulso con el Parlamento y se afianzó en el Kremlin a un año del fin de su mandato como presidente de una Rusia que no acaba de levantar cabeza.
La oposición parlamentaria no consiguió probar ninguno de los cinco cargos que pesaban sobre el número uno del Kremlin, quien ignoró olímpicamente la invitación de los legisladores a defenderse personalmente en las sesiones extraordinarias de la Duma o Cámara de Diputados.
La acusación que tenía más posibilidades de prosperar, el desencadenamiento de la guerra de Chechenia, obtuvo 283 votos, cuando para su aprobación requería un mínimo de 300.
Yeltsin, que delegó su defensa en su representante ante la Cámara, Alexandr Kotenkov, llegó incluso a conminar a los diputados que votasen la acusación constitucional en el plazo que se había fijado o que, de los contrario, desistiesen de ellos para siempre.
El presidente ruso, de 68 años, que ayer fue sometido a un examen médico de rutina, siguió desde su residencia campestre «Rus», en las afueras de Moscú, la crucial votación de la Duma.
Según el portavoz del Kremlin, Dmitri Yakushkin, el presidente recibió «suma tranquilidad» el resultado del escrutinio. Yakushkin agregó que el jefe del Estado espera que la Duma «se aboque ahora a la adopción de las leyes que tanto necesita el país». Por su parte, Kotenkov declaró que Yeltsin «no tiene la intención de adoptar ningún tipo de medidas» contra la Cámara Baja. «La razón ha triunfado. La complejísima crisis política que pudo haberse desatado ha sido superada», declaró tras anunciarse los resultados de la votación el primer ministro en funciones, Serguéi Stepashin. «Era una decisión esperada, es bueno», dijo Stepashin, cuya candidatura a la jefatura del Gobierno será examinada por los diputados el miércoles.