El canciller alemán, Gerhard Schroeder, claramente afectado ayer por la súbita dimisión de Oskar Lafontaine como ministro de Finanzas y como presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), asume el doble reto de nombrar sucesores en ambos cargos clave para salvar la crisis. En su primera comparecencia ante los medios de comunicación tras conocerse la noticia, Schroeder anunció que las máximas instancias del SPD y de la coalición gubernamental con los Verdes decidirán hoy quienes sucederán al dimitido.
La celeridad con que el canciller quiere nombrar a los nuevos cargos deja clara la necesidad de resolver la grave crisis política que supone la salida de Lafontaine, sin duda la figura más poderosa e influyente de su Gobierno y del partido. Con semblante pálido y sin la sonrisa que le ha dado su imagen de político con fotogenia mediática, el canciller anunció sentirse «consternado» por la decisión de Lafontaine, a quien rindió homenaje por su trayectoria política.
Tras esto, Schroeder expresó la admiración por su trabajo al servicio del Gobierno y del partido y expresó «el respeto que merece su retirada de la política y de sus cargos», confirmando la información sobre el fin de la larga trayectoria de Lafontaine en el SPD y en el Gobierno del land del Sarre. En su breve declaración ante la prensa, Schroeder aseguró que, luego del relevo del político dimitido, podía asegurar que «está fuera de toda duda la estabilidad del Gobierno».