El segundo proceso de un presidente en la historia de Estados Unidos comenzó con la presentación al Senado de los 13 «fiscales», o miembros de la Cámara de Representantes, que procedieron a la lectura solemne de los cargos (artículos de destitución).
El juicio propiamente dicho se inició tres horas después, con el juramento del presidente de la Corte Suprema, William Rehnquist, que preside el juicio, y de los 100 senadores de la Cámara Alta, como miembros del jurado.
Sin embargo, apenas inaugurado de manera protocolar, el juicio
fue suspendido por las divergencias sobre cuestiones de
procedimiento.
Republicanos y demócratas están divididos sobre la necesidad de
convocar testigos. Mientras los demócratas quieren evitarlo a toda
costa para agilizar el proceso, los republicanos son partidarios de
llamarlos a comparecer. Los demócratas quieren disponer de más de
una semana para que los «fiscales» nombrados por la Cámara de
Representantes y la Casa Blanca puedan presentar sus alegaciones
pero se niegan a citar testigos.
El acontecimiento sólo tiene un precedente: en 1868 se inició un juicio similar contra el presidente Johnson, que salió indemne por un sólo voto.
La Casa Blanca anunció ayer que los abogados de Clinton propusieron al Senado aceptar íntegramente el informe del «caso Lewinsky» para evitar un desfile de testigos ante la Cámara Alta. Los aliados demócratas de Clinton también quieren un procedimiento rápido para evitar empañar aún más la reputación del jefe de Estado.