No ha sido un trayecto fácil el que ha recorrido Vox desde las últimas elecciones generales celebradas el pasado mes de abril. Se presentó entonces con una cabeza de lista, Malena Contestí, que no solo no repite sino que se marchó de la formación dando un sonoro portazo, con gruesas descalificaciones hacia sus compañeros. Vox es el único partido de Baleares que ha cambiado de candidato pero, a la vista de las encuestas, no parece que ello vaya a pasarle factura.
De hecho, es muy probable que muy pocos de esos 58.382 ciudadanos que cogieron la papeleta de Vox en abril y la depositaron en la urna conocieran a Contestí. Ni conocieron entonces a Contestí ni conocerán a su sustituto, Antonio Salvá, quien incluso tiene la opción de mejorar los resultados de su antecesora, porque los votantes de Vox a quien votan es a Santiago Abascal, que es la gran metonimia para señalar que lo que en realidad votan es España en toda su dimensión y significación.
La ola catalana
No es extraño, por tanto, que la cresta de la ola catalana impulse con fuerza a un partido que acaba de salir de una profunda crisis interna. Tuvieron una candidata a la fuga antes de que la echaran de la lista, pero además la tesorera lanzó duras acusaciones contra los actuales dirigentes, a quienes señaló por haber facturado trabajos al partido de forma irregular. Graves denuncias que tienen como trasfondo profundas divisiones internas en la formación, fruto casi todas ellas de problemas personales entre quienes hace años eran amigos.
Además de Contestí y de la tesorera, dos de los promotores de Vox, Juan Nigorra y Carlos Delgado, ya no están allí. Ni están ni se les espera, porque pese a que los actuales responsables de Vox les señalan como la mano negra que mueve los hilos contra Jorge Campos, ellos lo niegan y aseguran que no buscan nada en Vox.
Las expectativas
Todo ello debía hacer que estas fueran unas elecciones complicadas para Vox, pero la inflamación política en Cataluña les ha llegado en un momento perfecto para inflamar los ánimos de los votantes del partido de extrema derecha.
La pretensión de los líderes de Vox es mantener el diputado que ya tienen y aspiran a un segundo escaño en el Congreso que ahora mismo se antoja una utopía. Es probable que mejoren resultado por todo lo dicho y porque recibirán una segura transfusión de votos desde Ciudadanos.
Lo que parece claro es que Vox ha venido para quedarse, se ha normalizado su presencia y ha dejado de ser el revulsivo que provocó una presencia masiva de votantes de izquierdas en las pasadas elecciones. Ya no lo es y ni siquiera es ese socio incómodo que hacía removerse a los dirigentes del PP cada vez que se les mencionaba. Prueba de ese acercamiento es que en estas elecciones, Vox solo presenta un candidato al Senado por Mallorca.