En la historia industrial de Menorca, la bisutería siempre ha ocupado un lugar destacado junto al sector del calzado. Su trayectoria la llegó a situar durante el siglo XX como una de las regiones españolas con mayor pulso productivo de nuestro país, con la existencia de más de una veintena de talleres en los que trabajaban un millar de mujeres. Los famosos monederos de plata de los artesanos plateros con los que empezó todo un siglo antes y que eran reconocidos en todo el continente. Todo aquello forma parte de nuestro pasado industrial floreciente y de la capitalidad del sector, cuando se organizaban en la Isla citas internacionales promovidas por la Asociación Española de Fabricantes Exportadores de Bisutería, Accesorios y Complementos (SEBIME). Está claro que la potencia de la bisutería menorquina hoy en día ya no es la misma, aunque haya conseguido mantener su hegemonía como fabricantes de componentes de producto acabado para terceros. La buena noticia es que no todo está perdido. El reportaje de esta semana lo protagonizan tres jóvenes emprendedores que se han lanzado desde hace dos años a la aventura de volver a posicionar Menorca en el mapa bisutero. Y lo hacen con un enfoque rompedor basado en el diseño y la fabricación de accesorios de moda mediante piezas de plástico recicladas que han sido capaces de irrumpir en el mercado con éxito. Savia nueva que apunta maneras cuyo futuro parece prometedor.
Y es que muchas veces los menorquines se preguntan con nostalgia a donde ha ido a parar todo aquel pósito industrial que nos hizo brillar tanto en el universo empresarial como región puntera. Las grandes fábricas como Catisa, Codina, la Industrial Mahonesa, la Sociedad Anglo Española, el Caserío o la Eléctrica Mahonesa que fueron dando forma a una historia para enmarcar. Está claro que cada modelo económico es fruto de unas circunstancias y de un momento que en nuestro caso, la globalización se ha encargado de hacer desaparecer pero no nos conviene perder nunca la esperanza. Nuevas formas de producir y de traspasar fronteras como pasa ahora con Sea Jeys, cuya inspiración en la tradición bisutera también les habrá servido para mirar hacia delante. Si algún día dejamos de seguir construyendo esta sociedad a la carta donde todo vale menos el esfuerzo, quizás recuperemos algo de nuestro pasado más glorioso.