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Convergencia y productividad

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La productividad se ha convertido en la variable clave del actual discurso económico. Los españoles ven como su nivel de vida queda postergado frente a la evolución de los principales países europeos. España cede y Balears aún más.

El informe anual del Banco de España del 2022 resaltaba el retroceso relativo que España está experimentando frente a los países de la eurozona. El año 1959 marcó el final de la autarquía y el inicio del proceso de apertura y liberalización de la economía. En 1960, el PIB per cápita español en términos de paridad de poder adquisitivo era un 32% inferior a la media de los actuales países europeos, pero el proceso de convergencia fue rápido hasta que la llegada de la crisis energética del 1973 y la transición democrática implicaron un estancamiento e incluso un leve retroceso. Con la incorporación de España a las Comunidades Europeas en 1986 el proceso se relanzó y de un diferencial del 25% se pasó al 8,8% en el 2005. Con un ritmo de convergencia de casi 1 punto por año, países como Francia o Alemania estaban a tiro e incluso se llego a alcanzar a Italia.

Hoy sabemos que fue un espejismo. La crisis del 2008 y su lenta recuperación frenó el proceso de convergencia y al llegar al 2019 en vez de disminuir la diferencia había aumentado hasta el 13%. La pandemia de la COVID trató peor a España y aumentó aún más la brecha hasta el 17% en el 2022. Nuestra economía crece menos por dos razones fundamentales según el Banco de España: la evolución del empleo y la productividad.

España tiene una tasa de empleo inferior en un 4,7% a la zona Euro (1,3 millones de empleos menos). La tasa de empleo depende de la tasa de actividad y de la tasa de paro. La tasa de actividad española es homologable a la europea, pero nuestra tasa de paro es endémicamente superior. El Banco de España atribuye dicho problema al marco institucional (regulación del mercado laboral).

La segunda causa de nuestro retroceso es la baja productividad por hora trabajada que no se debe a la escasez de capital físico por trabajador, si no a factores intangibles. La deficiente organización, inadecuada formación del capital humano y sobre todo la inexistencia de un buen ecosistema innovador, están detrás del mal desempeño español. España se queda atrás por su mal funcionamiento laboral, su falta de grandes empresas, su deficiente sistema educativo y minúsculo sistema innovador.
En Balears estos problemas son aún mayores. La renta per cápita de Balears en el año 2000 era de 20.300 euros mientras que la media española estaba en los 15.970 euros. Es decir, Balears producía en términos per cápita un 25,4% más que la media nacional. Con datos del 2008, esta ventaja había caído al 8,1%, en 2019 al 7,01% y pese a nuestra vigorosa recuperación en el 2022 nuestro PIB per cápita era sólo un 4,6% superior. Mientras España retrocedía frente a Europa, Balears lo hacía frente a España.

Las razones no son diferentes. Durante estas dos últimas décadas Balears se ha quedado retrasada en inversión educativa e innovadora y su insularidad impide el desarrollo de una economía diversificada con empresas de tamaño adecuado. Somos prácticamente los últimos en gasto universitario y tradicionalmente a la cola en gasto en I+D y no hemos sabido generar un sistema institucional compensador de la insularidad para poder desarrollar empresas en sectores diferentes al turismo que posean una escala competitiva. El diagnostico es claro si queremos converger otra vez hay que cambiar.

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