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El Mar Rojo se encuentra en el punto de mira económico

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Desde los primeros ataques terroristas de Hamas a Israel se puso sobre la mesa un nuevo riesgo económico con el petróleo y el transporte como protagonistas. La mirada se giró hacia Irán: una entrada directa del país persa en el conflicto podría provocar sanciones a su petróleo y, peor todavía, que cerraran el Estrecho de Ormuz y, por tanto, frenaran la comercialización de la producción de petróleo del Golfo Pérsico. Afortunadamente esto no ha ocurrido, al menos de momento, pero sí se ha cerrado otro paso importante de petróleo y de otras mercancías como es el Canal de Suez. El motivo está muy relacionado, ataques «hutíes» contra buques cargueros en reprimenda por los ataques de Israel a Hamas.

El paso artificial que une el Mar Rojo con el Mediterráneo es estratégico: buena parte del comercio que llega a Europa lo cruza para evitar dar toda la vuelta al continente africano. Rodeo que ahora están dando los buques de las principales navieras del mundo por miedo a más ataques terroristas. Este desvío tiene una consecuencia doble para la economía mundial: por una parte genera un retraso en la entrega de mercancías, es un viaje 10 días más largo que atravesando el corredor.

Esta demora ya se ha hecho notar: las empresas están anunciando problemas de inventarios y paralización de procesos de fabricación. Por ejemplo Tesla, Volvo y Suzuki han anunciado la interrupción de su producción en sus factorías situadas en Bélgica, Alemania y Hungría, respectivamente.
Pero el problema no se queda en un «simple» retraso, el coste también aumenta. Se calcula que la sustitución del itinerario habitual provoca triplicar costes para las navieras, gasto que repercuten al comprador que se está recuperando de un periodo de hiperinflación.

A priori parece un grave problema, unido al retraso de tránsito por el Canal de Panamá, en este caso por una sequía que no permite a sus exclusas trabajar a plena capacidad pero, tanto la tardanza en la entrega como el sobrecoste, parecen muy limitados, de momento. Prueba de ello es ver la evolución del petróleo, al que le afecta directamente este conflicto: una travesía más larga supone más demanda de petróleo. Pero también indirectamente: uno de los productos que más se transportan por esta vía es el propio petróleo, eso sí, en una cantidad considerablemente inferior que el que cruza el Estrecho de Ormuz (salida del Golfo Pérsico) que sí podría poner las cosas más difíciles a la economía mundial.
Pues bien, en las últimas semanas, el petróleo ha repuntado desde mínimos, algo más de un 5% (subida insignificante ante un problema realmente serio), y cotiza un 14% más barato que lo hacía antes de los ataques de Hamas a Israel.

Por lo tanto, sin ser un problema real en la actualidad, hay que considerar que si la situación se alargara más de lo previsto, si no se encontraran alternativas a menor coste, si también se alargara el problema del Canal de Panamá y, principalmente, si se extendiera el conflicto al Estrecho de Ormuz, habría que estar muy pendientes. De hecho, el problema haría repuntar la inflación de forma considerable, justo ahora que parece que está más que controlada. De esta forma, habrá que estar muy atentos a la evolución de los acontecimientos.

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