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Los cuchillos menorquines que se venden en Nueva York

A través de vídeos de internet Carreras descubrió su vocación. | Katerina Pu

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Dicen que a los auténticos herreros les corre el metal por sus venas y seguramente sea así porque no se trata de un oficio cualquiera. El uso de la fragua, del yunque o del martillo para crear piezas artesanales mediante fundición se remonta a los orígenes de nuestra civilización, unas técnicas tan antiguas como el mundo que conoce muy bien Llorenç Carreras Febrer.

Su abuelo fue herrero en Ferreries y cuando era pequeño saltaba entre los hierros y herrajes de la empresa que su padre tiene en Alaior. Ahora es él quien desde hace dos años se ha convertido en un maestro artesano de la fundición y el acero, elaborando cuchillos de forma artesana. Unas piezas únicas en las que invierte de media entre 10 y 30 horas de trabajo según el modelo cuya empuñadura realiza con madera de acebuche menorquín.

Cebolleros, puntillas, deshuesadores, su producción es limitada y los comercializa él mismo a través de los mercadillos de noche que se celebran en verano pero también acepta encargos y por ello, los cuchillos hechos en Alaior ya han viajado fuera de Menorca hasta Holanda, Bélgica, Luxemburgo o Filipinas y más recientemente a Nueva York.

FORMADO EN TOLEDO. Su primera idea fue estudiar ingeniería, pero acabó haciendo un grado superior en renovables, aunque por el camino descubrió por internet el arte de fabricar cuchillos a través de vídeos tutoriales y sintió que su vocación era verdaderamente aquella que tenía que dedicarse en cuerpo y alma a un oficio prácticamente en extinción como el de forjador.

Es por ello que hace cinco años ingresó en la Escuela de Herreros Ramón Recuero de Toledo, considerado un lugar de referencia para el aprendizaje de las técnicas de herrería y forja tradicional. De allí aprendió y practicó la técnica no solo del forjado a mano sino también los tratamientos térmicos más apropiados de los distintos tipos de aceros que existen, el análisis metalográfico, las geometrías, las diferentes técnicas del afilado e incluso cómo gestionar un taller artesano o hacer hasta esculturas.

A su regreso, su padre Sito Carreras le dejó instalarse en un pequeño garaje situado bajo la empresa que tiene en el polígono de Alaior, donde consiguió un horno de forja que compró a un bisutero que se había jubilado. El yunque también lo adquirió a un maestro que tuvo en Toledo y el cincel y las tenazas, se las fabricó él mismo, entre otros utensilios que utiliza.

Fue durante el covid que dejó el negocio familiar en el que trabajaba para volcarse por completo a su pasión. «La herramienta más importante es la temperatura y conocer bien los metales porque existen muchos tipos de acero y también se pueden reciclar pero si el tratamiento térmico no es el adecuado, la pieza no saldrá bien», explica.

«He ido perfeccionando mi trabajo con el paso del tiempo, al principio hacía un buen lomo como pensando en un machete pero una amiga cocinera me pidió que se lo hiciera más ligero porque no tenían que servir para dar golpes sino para cortar. Actualmente mis cuchillos los utiliza un chef en un conocido restaurante de Es Macaret donde trabaja», añade. «Otras veces tengo que hacer un poco de investigación para saber exactamente qué tipo de pieza me piden, especialmente con las japonesas, de las que se hacen muchas virguerías», comenta. «Me dice mi abuela que si el abuelo estuviera vivo, daría saltos de alegría al verme trabajar. Nunca hablé con él sobre la profesión y hoy seguramente le haría muchas preguntas», concluye.

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