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Microalgas para luchar contra el cambio climático

Imagen del fotobioreactor diseñado y concebido por Josep Maria Puig en el cual se cultivan las microalgas y que sirve para capturar el CO2.

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Josep Maria Puig es geólogo de profesión. Un buen día de 2021 estaba en una conferencia de Geología en Londres en la que se habló mucho de transición energética y de los nuevos retos a los que como sociedad nos enfrentamos. «En esa conferencia escuché por parte de empresas, la mayoría petroleras, que empiezan a sugerir la posibilidad de captar dióxido de carbono de la atmósfera y reinyectarlo en el subsuelo. Los yacimientos de petróleo, una vez quedan vacíos, son como esponjas que pueden usarse para almacenar fluidos, entonces una de las soluciones que se proponen actualmente es captar carbono e inyectarlo en el subsuelo. A mí a priori no me parecía la mejor de las ideas», explica este joven ibicenco de 31 años, quien a partir de ese momento empezó a dar forma en su cabeza a la que hoy es una empresa muy innovadora en Eivissa.

Así pues, fue en aquel momento en el que empezó a pensar sobre cómo se podría captar carbono, «empecé a pensar de qué manera se podría captar carbono sin que sea de una forma tan agresiva para el medio ambiente. Recuerdo las clases de Biología y la fotosíntesis y empiezo a interesarme por eso, por usar organismos vegetales como mediadores de capturar este CO2».

Decarb PBR S.L. tiene como objetivo mitigar el efecto de las emisiones de carbono recapturando dichos gases de efecto invernadero mediante el cultivo controlado de microalgas. Para ello se usarían fotobiorreactores, recipientes especiales que podrían ser instalados en el mar realizando las funciones de boya y con uso de energía renovable. «Son organismos que realizan la fotosíntesis y, por tanto, durante este proceso almacenan CO2 para crecer», explica Puig, quien ha resultado ganador de la presente edición del Foro Ingenion para emprendedores que organiza el Ayuntamiento de Santa Eulària des Riu.

Josep Maria Puig es un geólogo ibicenco que siempre ha tenido claro que quería emprender en su isla.

Con la idea más o menos perfilada en su mente este joven ibicenco realiza un estudio de mercado y valora cómo podría desarrollar su idea de capturar el dióxido de carbono y es entonces cuando llega a las microalgas y empieza a empaparse sobre ellas y su cultivo. «Veo que hay alguna actividad realizándose en este aspecto, pero que tampoco está integrada en el tejido industrial y empiezo a pensar en la posibilidad de desarrollar algún tipo de proyecto mediante el cual el cultivo de microalgas captemos ese CO2», explica Puig. El cultivo con microalgas se suele realizar en tierra firme, pero Josep Maria Puig siempre ha tenido claro que quería emprender en su Eivissa natal, donde hay mar de sobra. «Me empiezo a desmarcar de ciertas pautas que las empresas de cultivo de microalgas sí que han ido haciendo, por ejemplo, se suele cultivar en tierra firme y yo me voy hacia el mar porque es una isla pequeña y con extensión limitada y es complicado cultivar microalgas en tierra. También veo que la mayoría de proyectos de cultivo de microalgas existentes usan agua dulce y estoy bastante concienciado con la falta de agua en Eivissa. Es así como empiezo a darle vueltas al cultivo de microalgas con agua marina», cuenta Puig.

Tradicionalmente, estas microalgas se cultivan en unos fotobiorreactores, que son unos entornos controlados y sellados para que sean herméticos y reciban suficiente luz. Suelen tener forma tubular y se instalan en tierra, pero Josep Maria Puig ha diseñado su propio fotobioreactor que tiene forma de boya de playa. «Diseñé un fotobioreactor que hiciese la función de boya, que flotase y que fuese resistente y a la vez realizase la función de fotobioreactor para así sustituir las boyas tradicionales, que son sólo plástico flotando, por el fotobioreactor que he diseñado y que está específicamente creado para contener en el interior microalgas», según explica. La parte superior de esta boya-fotobioreactor es transparente, de manera que capta la luz y así las microalgas instaladas en su interior podrían realizar la fotosíntesis. La parte inferior la concibe con materiales oscuros «para que toda esa luz que entra por la parte de arriba no se escape por la parte de abajo porque si la hiciese completamente transparente, la luz se iría por abajo muy rápidamente», narra. De esta manera, este fotobioreactor también serviría para el cultivo de microalgas en el mar en épocas más frías o bien en países con aguas más frías.

EMISIONES. Según los cálculos que maneja este emprendedor, por cada kilo de microalgas cultivadas «nuestros fotobioreactores captan dos kilos de CO2. Lo que haremos es instalarlos y en 10 días más o menos lo que haremos es recolectar la microalga para que no se sature el fotobioreactor», admite. En este sentido, las microalgas se recolectarían, se llevarían a una planta de procesado con una máquina centrífuga y esa misma agua volver a depositarla en el fotobioreactor para «que crezcan nuevas microalgas». Así, además de una empresa de captación de dióxido de carbono, Decarb está concebida para el cultivo y recolección y venta de microalgas, un potente nutriente que ya se consume mucho en el norte de Europa y los países asiáticos, pero no tanto en el sur de Europa. Además, las microalgas son un potente sustituto de la proteína de origen animal, según recuerda Puig.

Otra pata importante del negocio es la emisión de los bonos de carbono, «que es un crédito que está certificado por el cual queda patente que una tonelada de CO2 ha sido capturada. Este tipo de bonos los emiten las empresas de mitigación, por ejemplo, empresas que se dedican a reforestar hectáreas de bosque o a plantar árboles en zonas donde no había nada». En este sentido, por cada tonelada de CO2 que captures mediante el uso de organismos fotosintéticos «se crea un crédito de carbono, que posteriormente está a disposición de las empresas para que éstas lo compren; hay un mercado regulado sobre esto». Así, las empresas que por su actividad más dióxido emiten a la atmósfera «ven compensado este exceso de emisiones mediante la compra de bonos de carbono», afirma.
Entre sus objetivos también se encuentra sustituir el balizamiento actual de las playas de la isla, consistente en simples boyas de plástico que flotan, por su sistema de boyas que son fotobioreactores y que, además de flotar, captan dióxido de carbono. «Es una prueba piloto, pero estoy recibiendo muchos comentarios positivos por parte de medianas y pequeñas empresas», aclara.

Momento en que Josep Maria Puig recoge el primer premio del Foro Ingenion.

LANZAMIENTO. Desde que Josep Maria Puig piensa y da forma a su idea en la mente hasta que da de alta a su empresa pasa cerca de un año. «Lo he pensado todo yo; he diseñado todo desde cero, he tenido que aprender a modelar en 3D y he tenido que aprender ciertos programas informáticos que por lo que hago y de donde vengo no estaba acostumbrado. Ha habido un proceso también de formación como autónomo y actualmente estoy trabajando con un despacho de Valencia el tema de la patente. Lo más complicado ha sido la formación y los trámites burocráticos», relata. Tras haber ganado el concurso de jóvenes emprendedores del Foro Ingenion de Santa Eulària des Riu, al que está eternamente agradecido por los 3.000 euros de premio y los 18 meses de asesoramiento, son muchas las empresas que se han empezado a interesar por su proyecto. «Sin Ingenion hubiera sido más difícil establecer contactos interesantes», asegura. Entre sus metas a medio y largo plazo se encuentra la creación del prototipo de esta boya-fotobioreactor para poder así empezar a recopilar datos, un proceso que calcula que se extenderá hasta el año y medio, pero tiene fe y la serenidad de que su idea funcionará. Y para quien tenga dudas sobre si lanzarse o no al mundo del emprendimiento, este joven empresario ibicenco tiene claro que la pasión (y mantenerla en el tiempo) por tu idea es fundamental, así como creer en ella, «pero también es vital sentarse y hacer números; ser realista». «Sé que en una isla Eivissa cuesta más porque estamos más acostumbrados al modelo de negocio turístico, pero hay cabida para más ideas y un cambio de modelo». Y es que tiene claro que la apuesta por la sostenibilidad y los negocios relacionados con ella es el camino a seguir. «Ahora es el momento de apostar por proyectos de sostenibilidad y transición energética en el mar. En Eivissa podemos ser referentes», concluye.

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