Joan Moranta, activista de Terraferida, y Jordi López, representante de REAS Baleares (Red de Economía Alternativa y Solidaria), son dos de los promotores del manifiesto La vida en el centro, que contiene 77 propuestas para fomentar un sistema económico alternativo, basadas en siete ámbitos: social y de cuidados, laboral, económico, agroecológico, turístico, territorial y ambiental y para la participación y la democracia. Por el momento ya se han adherido al escrito 116 entidades y colectivos, así como 1.167 personas a nivel particular.
-¿Qué pretenden con el manifiesto La vida en el centro?
-Jordi López: El objetivo fundamental es que la salida de la crisis no reproduzca los errores anteriores que se han puesto de manifiesto con esta. Nos ha hecho ver que somos muy vulnerables y que dependemos excesivamente del exterior. Queremos crear debate social y que no se limite a los sectores que habitualmente dialogan, que son patronales y sindicatos, sino que incluya a ecofeministas, economía social, agroecología, cultura… Y la principal debilidad es el monocultivo. Aunque todos los que tenemos un discurso crítico somos conscientes de que en Baleares siempre habrá turismo.
-¿No es cierto que no quieren que vengan turistas?
-J.L.: No. Y diría que nuestro modelo garantiza más la sostenibilidad del turismo, porque si nos dejamos llevar por la inercia y no hacemos nada, como si no pasara nada, nos lo cargaremos. Es un gigante con pies de barro. Por ello, la sostenibilidad del turismo pasa inevitablemente por la reducción.
-¿El turismo puede ser sostenible?
-Joan Moranta: El turismo sostenible es una falacia absoluta.
-En los últimos años, el discurso de que no queremos más turistas, sino de más calidad, ha calado.
-J.M.: Todos los estudios demuestran que los turistas de alto standing consumen más agua y energía que uno de botellón. No es más sostenible.
Joan Moranta y Jordi López son miembros de los colectivos impulsores del manifiesto La vida en el centro.
-¿Qué proponen ustedes? El año pasado llegaron 16 millones en Baleares, casi 12 en Mallorca. ¿Tienen cuantificado el cambio por el que abogan?
-J.M.: Tiene que ser una transición en la que participe toda la sociedad. Nosotros proponemos 80 medidas. No se puede mirar una medida independientemente de las otras. Pero la base de la economía no ha de ser el turismo. El turismo empezó en los años 50. En tres generaciones, 70 años, la transformación que hemos provocado ha sido brutal. Podemos reconvertir el modelo en otros 70 años. El turismo no empezó de golpe con 16 millones de turistas. Se hicieron hoteles, autopistas, depuradoras, se amplió el aeropuerto… Ahora se trata de hacer el proceso inverso poco a poco.
-¿Hay que bajar el número de turistas y reducir las plazas?
-J.M.: Sí. Primero de todo hay que bajar el número de turistas, porque vienen más turistas que plazas tenemos. Hay que eliminar el turismo ilegal.
-¿Y alargar la temporada?
-Jordi López: Hemos desestacionalizado un poco, pero en realidad ha sumado, no ha sustituido. Si el pico de verano se hubiera suavizado, hubiera habido gente que puede tener un contrato de más de medio año. Esto, en principio, está bien. El turismo de sol y playa de verano continúa más fuerte. Por tanto, desestacionalización sí, pero reduciendo el impacto global.
-Joan Moranta: La desestacionalización continúa con el mismo sistema pero durante todo el año. Bajar los picos disminuye los recursos e infraestructuras necesarios, pero no es la solución. No podemos basar toda la diversificación en la desestacionalización.
-Y el alquiler turístico, ¿ayuda a democratizar los ingresos del turismo o reduce la vivienda disponible?
-J.M.: Se tendría que prohibir. Pero como todo, hacerlo de forma dialogada. También hay que estudiar las viviendas vacías. Se podrían hacer planes municipales para que pasaran a formar parte de un stock del ayuntamiento y destinarlas a vivienda social con ventajas para los propietarios, como excenciones de impuestos.
-Para dejarlo claro, ¿no están en contra del progreso?
-J.M.:Claro que no. Si miras las propuestas de ámbito económico, todo es progreso.
Jordi López apuesta por potenciar la organización municipal.
-«Es el momento de construir las bases para una nueva manera de vivir». ¿Qué quiere decir?
-J.L.: Es a muchos niveles. Hemos llegado demasiado lejos con la globalización y hemos de volver a una cierta relocalización. Otro aspecto fundamental es la diversificación, con otras fuentes de ingresos y trabajo. Y otro aspecto es poner en valor lo local, con circuitos cercanos y directos. Durante la pandemia lo hemos conseguido con las cestas a precios asequibles. El manifiesto se llama ‘La vida en el centro' porque el sistema económico prioriza lo monetario por encima de la vida y la sostenibilidad ambiental. No podemos tener un modelo económico que vaya contra la vida, la calidad de vida, la salud, la sostenibilidad ambiental, la cohesión social, etc.
-J.M.: El sistema económico se basa en crecimiento ilimitado, con un nivel de consumo y producción excesivos y con un mercado libre. Si uno de estos tres falla, el sistema cae. Y ha quedado claro que el sistema es débil.
-Cuando imaginan Mallorca, ¿cómo la imaginan? ¿Con fábricas?
-J.M.: El tema es tener unas islas donde sea fácil vivir. Ahora cada vez es más complicado. Los que viven del turismo, en realidad malviven del turismo. Incluso la cosa más básica, que es tener una vivienda, se ha complicado muchísimo. Está directamente relacionado con el modelo turístico. Hemos de tener un sistema más armonioso, donde vivir no sea un padecer continuo por llegar a fin de mes.
-J.L.: Hay muchos sectores que potenciar. Por ejemplo, el tema sociosanitario, desde escoletes a tercera edad o colectivos con necesidades especiales. En industria, no abogamos por tener un polo siderúrgico, pero hay determinadas cosas que se pueden hacer aquí. También se crearán muchos puestos de trabajo relacionados con la movilidad sostenible y las energías alternativas. La I+D+i no es la panacea, pero es algo más. Lo que no tenemos es una sola pieza que pueda reemplazar el turismo. No existe. Habrá que pensar en actividades más económicas diversificadas y más arraigadas en el territorio.
-Ha resurgido el comercio local, pero ¿no es folklorismo?
-J.M.: Creo que no. Ha quedado demostrado que no es verdad que la producción local no puede abastecer el mercado y que necesitamos traer los productos de fuera. Lo que pasa es que la producción agraria y pesquera está enfocada a restaurantes y turismo y, sin turistas, no han sabido qué hacer con el producto. Hay una desconexión brutal entre el productor local y el consumidor local porque se ha fomentado el ir a comprar a las grandes superficies, que se abastecen de producto de fuera. Si se hicieran políticas que acompañaran el producto local y el consumo local, tendríamos un sistema agroalimentario completamente diferente.
-J.L.: Estamos de acuerdo con el discurso de los políticos de fomento del producto local, pero luego el grueso del decreto de medidas urgentes no se basa en esto, sino en la extensión del turismo. Reclamamos que el discurso vaya acompañado de presupuesto.
Moranta considera que en la actualidad se «malvive» del turismo.
-¿Qué opinión les merece el decreto ley de medidas urgentes de reactivación económica del Govern?
-J.M.: Era lo que esperábamos. Siempre pasa lo mismo. Ante las crisis, lo urgente es solventar las necesidades básicas y la manera es reactivar la economía con el modelo de siempre. Ya pasó en 2008, se reactivaron la construcción y el turismo con la excusa de volver a dar empleo y reactivar la economía. Y se puede entender, pero luego no pasamos de aquí. Y así se perpetúa el sistema. Todo el mundo reconoce que el sistema económico es débil. Desde los atentados del 11-S, llevamos crisis tras crisis con medidas para solventar el momento pero sin alternativa.
-Un plan de rescate social, reforzar los servicios públicos, invertir en educación pública, de calidad y ecofeminista, gestión pública de las residencias… Mucha gente podría estar de acuerdo, pero ¿cómo lo pagamos?
-J.L.: Nosotros planteamos una reorientación de las inversiones, la normativa y la fiscalidad que favorezca el modelo alternativo. Por ejemplo, muchas compañías como TUI o Iberia recibirán ayudas públicas. ¿Por qué no se rescatan iniciativas de economía social o cooperativas?
-¿Lo podríamos pagar?
-J.L.: Se trata de reorientar los presupuestos. Por ejemplo, el metro del Parc Bit costará 20 millones de euros para satisfacer una demanda cuya aportación a la movilidad sostenible es insignificante. Pero el dinero está, otra cosa es a qué lo destinamos.
-J.M.: Lo que proponemos está apoyado por economistas críticos que plantean la necesidad de revisar el modelo basado en maximizar el rendimiento. Hay otros sistemas basados en la solidaridad y el reparto que suponen un cambio de paradigma. Las reglas del juego económico las ponemos nosotros. Es poner las personas en el centro y no las ganancias económicas.
-No parece que ningún partido político pueda firmar el manifiesto. ¿No se sienten solos?
-J.M.: Ir contra el pensamiento hegemónico es complicado. Cada vez que hay una crisis salen entidades como el FMI y el BCE crean alarma social que da pie a que los políticos desarrollen medidas urgentes. El mensaje político podría ser otro, de aprovechar la situación para hacer las cosas de otra manera.
-¿La crisis de la COVID-19 cambiará algo?
-J.M.: No sé si será en esta crisis o en la próxima. En cuatro meses hemos vivido la crisis de Thomas Cook, del temporal Gloria y ahora de la COVID-19. La reacción a las tres ha sido la misma: intentar dar una sensación de seguridad y reclamar inversiones públicas para arreglar el problema. Creo que quedará algo, y una de las cosas será este manifiesto. Muchas entidades nos hemos puesto de acuerdo. Hay un precedente, el manifiesto Sense límits no hi ha futur, donde se juntaron 50 medidas relacionadas con el territorio y la conservación, y se aglutinó a 150 entidades y 5.000 personas. Esta vez el manifiesto es más amplio y es un punto de partida.
-¿Han tenido feedback por parte de los políticos?
-J.M.: Cero. Al contrario, lo primero que han hecho es publicar el decreto. Hay una falta de sensibilidad brutal por parte de los políticos y los partidos. A nivel político estamos desamparados. También planteamos la necesidad de establecer asambleas ciudadanas, porque con el sistema actual los políticos están legitimados durante cuatro años a hacer lo que quieran.
-J.L.: Los políticos piensan a corto plazo, porque su horizonte temporal es de cuatro años, y lo que nosotros planteamos va mucho más allá. La dificultad es casar estos horizontes temporales. A nivel de percepción social, quedará la sensación de que esto no da más de sí. Que llegue al ámbito político es cuestión de tiempo y de insistir.