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Miedo o prudencia

Un hombre lleva una mascarilla en la estación de Shinagawa en Tokio. | Reuters

| Palma |

Resulta inevitable escribir sobre el COVID-19, sobre todo por el miedo ancestral que tiene el ser humano a los estragos que provocaban las pandemias en ciudades, países, continentes.

Las enfermedades contagiosas han matado a más personas que las guerras, eso seguro. Las tropas de Hernán Cortés o Francisco Pizarro, por ejemplo, barrieron imperios en gran medida por su mera presencia. Su presencia y la de la viruela y el sarampión, que acompañaron mortíferamente a los primeros conquistadores, aunque de forma involuntaria y no intencionada, causaron más muertes que sus armas. También es cierto eso que dicen de los marineros de Colón sobre que trajeron la sífilis a Europa.

Sea como fuere, el miedo a lo desconocido siempre nos ha atemorizado y las enfermedades lo han sido históricamente. Es cierto que ha llovido mucho (muchísimo), pero en algún lugar de nuestro cerebro… quedaron residentes esos temores.

En nuestras islas vivimos del turismo y no creo que nadie se plantee 'cerrar' las islas, como ha hecho el gobierno chino con alguna de sus ciudades. Descartada esta posibilidad, el sector turístico tiene que estar preparado para una eventual crisis y ser proactivo. No hay pensar 'a mi hotel/restaurante/comercio esto no le va a pasar' y esconder la cabeza bajo el suelo como los avestruces. Tampoco se trata de que recepcionistas o camareros atiendan con mascarillas, pero sí tener preparado un protocolo de actuación, que no tiene que ser sobreactuado.

Entiendo que nuestros clientes pueden verse reconfortados si existen dosificadores con geles desinfectantes de manos, por ejemplo, y si perciben que las personas que les atienden saben cómo resolver un eventual problema con un cliente (infectado o no).

Los empresarios también deben ser transparentes con sus empleados, facilitándoles información necesaria y suficiente para la realización de su trabajo. Tranquilizar a los trabajadores, explicarles cómo son los síntomas y la cadena de comunicación de una eventual incidencia, resulta imprescindible.

Los expertos en seguridad y protocolo para este tipo de crisis hablan de organizar simulacros en los hoteles, identificar lo que se espera de cada responsable y el canal de comunicación a utilizar, cómo se debe cerrar una zona y/o qué alternativas se deberían dar a los clientes, etc.

Por último, y como resumen, tener claro quién debe hacer qué.

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