A pesar de que el conflicto catalán será, según mi modesta opinión, uno de los episodios sociopolíticos más relevantes de la primera mitad de la Europa del siglo XXI hasta el presente, no ha logrado desestabilizar la economía del Estado español. No está tan claro que no desestabilice políticamente a España, esta es otra cuestión en la que sí cree el prestigioso notario y articulista López-Burniol. Su sentencia final en el artículo que el 14 de abril publicó en La Vanguardia es demoledor: “No soy quién para dilucidarlas (responsabilidades) ahora, pero sí quiero dejar constancia de que en contadas ocasiones tan pocos hicieron tanto daño a tantos”.
Antonio Puigverd, otro colaborador de cabecera del mismo diario, afirma que “la verdadera memoria histórica de España es la adicción al desastre”. Ambas opiniones nos auguran un panorama muy poco esperanzador que puede echar por la borda los logros del régimen del 78 que entre todos supimos construir y que ha alumbrado uno de los periodos más longevos de progreso y bienestar de la historia de España. Lo he dicho en otras ocasiones y lo voy a repetir una vez más: en esta difícil coyuntura, según pienso, nos ha faltado un Tarradellas en Catalunya y el tándem Juan Carlos-Suarez, en Madrid.
A pesar de ello, como afirmaba al principio de este artículo, la economía sigue creciendo con paso firme. El que nuestra prima de riesgo a principios de semana se situara en los 66 puntos básicos, el mínimo desde finales de 2009, lo deja meridianamente claro. Es cierto que el viento de cola del BCE sigue soplando a favor y, sin duda, la política monetaria ultra expansiva de Mario Draghi ha sido determinante para nuestro país, con una deuda pública rozando el 100% del PIB, cuando en el año 2009 era aproximadamente la mitad. Pero siendo esto cierto, no hay que echar en saco roto las medidas reformistas implementadas por el Gobierno central que han dado sus frutos, sobre todo en el campo del empleo.
Lo cierto y verdad es que España está creciendo por encima de la media de los países de la eurozona y todos ellos por igual se han visto favorecidos por el programa de compra de los bonos soberanos del BCE. De todas formas, el final de la deuda a “precios de derribo” se acerca y la subida de tipos, que puede producirse dentro del próximo año, nos pasará factura, habida cuenta de los desequilibrios que aún persisten en nuestra economía a los que no es ajeno el fuerte endeudamiento exterior que hemos acumulado durante los años de la crisis.
Crisis que, a nivel micro, no acabamos de superar por lo que sigue siendo esta la gran asignatura pendiente a día de hoy. Invertir en educación, reducir la burocracia, aumentar la eficiencia y la productividad de las empresas para ser más competitivos y acabar con el empleo temporal y a tiempo parcial son algunas de las medidas que coadyuvarían a la salida de la crisis y a mejorar el bienestar y las condiciones de vida de la mayoría de los ciudadanos que siguen sufriendo en sus carnes las secuelas de los años duros de la recesión.