Verano de sensaciones agridulces para Menorca en sus primeros compases y demasiados interrogantes para una temporada que se esperaba récord, como titulaba PIME en su tradicional encuesta sobre la temporada turística. Hasta la meteorología está teniendo un comportamiento irregular, cosa que tampoco favorece en un entorno lleno de incertidumbres, sobre todo cuando se promete la luna. Es verdad que casi la mitad de las empresas consultadas de comercio, restauración, náutica, viviendas turísticas vacacionales, alquiler de vehículos y agroturismos han mejorado su facturación respecto junio del año pasado un 42,06 por ciento, pero un 43,46 declara que se mantiene igual. Y hace un año eran más de la mitad las empresas encuestadas las que respondían que habían facturado más.
No me extraña que sigamos siendo la única isla de Balears donde baja el índice de confianza, tal y como afirma el Instituto Balear de Estadística. Seguramente los retrasos de Vueling y el resultado inesperado del referéndum sobre el brexit han sido jarrones de agua fría que han generado todavía mayor inestabilidad. Desde PIME también añaden los efectos de tener un gobierno en funciones pero creo que en el día a día del ciudadano, hace mucho tiempo que a nadie le priva del sueño saber quién habitará en la Moncloa, dada la desafección política. Preocupante de verdad para Menorca es el portazo de los ingleses a la Unión Europea. El mercado británico es el que mayores ingresos aporta a la economía menorquina y la caída de la libra está generando, por lo pronto, que el sector inmobiliario haya empezado a vivir la suspensión de operaciones en curso por la reducción inmediata de poder adquisitivo frente al euro. El mercado francés puede ser una ayuda pero está lejos todavía del papel que juega y ha jugado Gran Bretaña.
Por su lado, la manifiesta impuntualidad de la compañía aérea ha creado un profundo malestar entre sus clientes que incluso se ha traducido en advertencias desde Fomento y una regañina institucional por parte del Consell de Menorca, que ha pedido compromiso de mejora.
La hegemonía de las compañías low cost, como las marcas blancas, nos han cambiado los hábitos de comportamiento y consumo y ahora, uno de cada dos pasajeros que aterriza en isla, lo hace montado en uno de sus aviones. Si el modelo falla ponemos en peligro nuestro porvenir, cosa que no nos podemos permitir en una isla cuya economía es tan estacional.