Acabo de regresar de un viaje por el este de Sicilia.
La extraordinaria calidad y cantidad de los mosaicos de la Villa del Casale en Piazza Armerina, los asombrosos caravaggios en el Museo de Mesina, los restos grecorromanos en la Neopolis de Siracusa, la espléndida vista del y desde el teatro griego de Taormina, unidos a una gastronomía de primera clase, basada en el pescado fresco, el barato precio y la buena calidad de los vinos, especialmente los blancos; los precios de los hoteles, 45 euros por una digna habitación, con desayuno incluido, y buenas vistas al mar en la Costa de los Cíclopes, me hacían suponer que habría multitud de turistas en esa semana de fin de mayo.
Y sin embargo, menos Taormina, que tiene una buena playa y una infraestructura hotelera con tradición, el resto era el vacío. Solos mi acompañante y yo en el Museo en Mesina, por citar un ejemplo, a las doce del mediodía .
¿Qué pasa en Sicilia? Lo describe muy bien en un reciente artículo en el Huffington Post mi amigo y exministro Enrique Barón: cuando se piensa en Sicilia en vez de imaginarnos el Gatopardo, nos imaginamos El Padrino III. La inseguridad predomina sobre la belleza en nuestro imaginario.
Sin embargo, lo cierto es que pocas veces se había luchado tanto contra la mafia como actualmente. Las dos más altas magistraturas del país han demostrado su firmeza. El presidente de la República es víctima del terrorismo mafioso. Su hermano Piersanti, presidente de la región, fue asesinado por la Cosa Nostra en 1980 y el presidente del Senado Pietro Grasso fue jefe de la comisión antimafia.
El temor a los mafiosos puede que impida la inversión en infraestructuras turísticas pero al turista que consigue ir, la mafia es lo que menos le importa; lo que sí le afecta es la estafa o los intentos de estafa de una parte importante de los prestadores de servicios turísticos: el taxista que tapa el taxímetro, que ya marca diez euros antes de empezar el viaje -me ocurrió en Siracusa- o la empresa de alquiler de coches en el aeropuerto de Catania, APPartners, de nombre, que te carga al depósito de la tarjeta de crédito trescientos euros por daños inexistentes y que además hubiera cubierto el seguro a todo riesgo que había contratado, pero no puedes defenderte porque el coche se devolvió a una hora de la mañana en la que las oficinas no estaban abiertas y por tanto no hubo recepción manual. Estafa clásica según me cuentan amigos italianos.
Sicilia, cuatro veces más grande que Mallorca, y con muchos más atractivos culturales, recibe solo un tercio de los turistas que la isla balear y con estancias de solo cuatro noches de media. Por supuesto el clima es más benigno en nuestra parte del Mediterráneo, pero sobre todo los turistas se sienten aquí más seguros y no es por miedo a la Mafia.