Quo vadis Menorca se preguntan muchos. Yo también. La semana pasada cerró una fábrica de calzado en la isla con 125 años de historia, lo que supone una nueva pérdida de referentes para el futuro del calzado menorquín, cada día más migrado. Malas noticias para el sector industrial insular, a las que se suma la información referente al sector primario, con la pérdida también del número de fincas de producción láctea en los últimos diez años. De 213 a 136 fincas han cesado su actividad desde 2004, cuatro este mismo año, publicaba el reportaje de la periodista Mercè Pons en el pasado domingo en Es Diari. Por su parte, releyendo el Boletín de Coyuntura Económica de Menorca publicado recientemente por el Cercle de Economia, en colaboración con el OBSAM y el IME, sobre el tercer trimestre del año pasado, compruebo que pone de relieve que el agravamiento de la estacionalidad de la actividad turística y el estancamiento en la tasa de creación de empresas sitúa lejos la recuperación de la Isla, además de mostrar signos de fragilidad de su consumo interno por la evolución negativa de sus precios. La primera conclusión a la que llego es que la viabilidad de gran parte de las pequeñas y medianas empresas de la isla está en juego, y el tiempo corre en contra.
En paralelo, los empresarios menorquines convocados por CAEB y reunidos con el presidente Bauzà la semana anterior en una jornada con tintes más electoralistas que económicos, reclaman una serie de medidas como una reducción de la carga fiscal, mayor seguridad jurídica, ayudas al sector primario, fomento al emprendedor, formación adecuada y una promoción potente y agresiva para mejorar la temporada turística. Argumentos todos ellos de manual que vengo escuchando desde hace demasiado tiempo, sin que nadie esté aportando la solución definitiva. Sin duda, la respuesta del responsable del ejecutivo balear diciendo que Menorca lo tiene todo por hacer, y se tiene que hacer con un modelo sostenible, estable, que no puede ser el modelo Mallorca, me lleva a la conclusión de que el problema sean los propios menorquines, que no se ponen de acuerdo ni para hacer que una carretera general sea mejor transitable. Como mínimo, la confirmación de que el proyecto de una extensión del Parc Bit para Menorca se retoma en firme es una noticia empresarial que no nos debería pasar inadvertida por positiva, si somos capaces de creer en una sociedad de la información que es capaz de exportar conocimiento a cualquier parte del mundo sin tener que pagar flete marítimo.