El Castell de Bellver de Palma volvió a ser este martes más que una fortaleza: fue un templo de memoria, de emoción y de belleza. En su patio interior, bajo un cielo que durante el día soltó alguna que otra gota y envueltos por una fresca brisa, el público asistió a una de esas noches que no se olvidan, donde la música se convierte en algo más que arte: se vuelve necesidad.
Maria del Mar Bonet subió al escenario con la serenidad de quien conoce bien el poder de su voz. Y anoche, esa voz que ha marcado generaciones, encontró un eco perfecto entre los muros de piedra del castillo. No era un simple concierto; era una evocación, un puente tendido entre el presente y aquel histórico recital en la sala Olympia de París que hace ahora 50 años, en 1975, consagró a Bonet como una de las grandes voces del Mediterráneo.
Acompañada por una formación musical de enorme sensibilidad y talento –Toni Pastor al llaüt, Marko Lohikari al contrabajo, Benjamin Salom al violín, Marc Grasas a la guitarra y José Llorach a la percusión–, Bonet tejió una velada que fue tan íntima como monumental. Cada instrumento aportó su color, su acento, su respiración, pero fue su voz la que nos llevó de la mano por un repertorio cargado de historia, sentimiento y dignidad.
Repertorio
Sonaron temas emblemáticos como Què volen aquesta gent? y otras joyas del repertorio que la gran dama de la cançó del Mediterráneo interpretó en París, revividas con la profundidad que solo da el tiempo vivido. Fue un viaje emocional donde cada canción parecía hablar del ayer y del ahora a la vez, como si las décadas no hubieran hecho más que afinar su mensaje.
Espectacular!