El crítico de arte y poeta Juan Manuel Bonet participa hoy en el II Simposio Internacinal Joan Miró en la Fundació de Palma, dirigido por Enrique Juncosa. El especialista impartirá una conferencia sobre la importancia de la poesía en la obra del genio. Bonet, además de exdirector delMuseo Nacional Reina Sofía de Madrid o del IVAM de Valencia, es un autor que cuenta con títulos como La patria oscura. El congreso cuenta también con ponentes de gran prestigio como Mathew Gale y Joan M. Minguet Batllori.
¿Cuándo comienza el interés de Miró por la poesía? Parece que es algo sustancial a lo largo de toda su vida y su obra.
—Totalmente, Miró tiene una visión de poeta de la realidad más que de pintor, incluso cuando era un artista figurativo. La manera de expresarse y pintar su propio territorio, que en aquel tiempo era Montroig, es la de un poeta, con una clara atención puesta en el detalle. Es una actitud que traslada luego a su surrealismo abstracto, al abrazar la vanguardia. La relación que establece en París con los escritores y poetas es importantísima, pero viene precedida por su contacto con la poesía catalana y con la galería Dalmau, en la que años después Lorca realizaría su primera y única exposición. Fue un momento muy rico y estimulante en el ámbito creativo el que vivió Miró en Barcelona, que era una ciudad que tenía mucho contacto con las vanguardias francesas. Miró pudo ver, por ejemplo, obras de Picabia, así que ya tenía contacto con ese mundo antes de pisar la capital de Francia.
¿Esa relación ya se daba en sus años en Catalunya?
—Sí, viene precedida por su contacto con la poesía catalana y con la galería Dalmau, en la que años después Lorca realizaría su primera y única exposición. Fue un momento muy rico y estimulante en el ámbito creativo el que vivió Miró en Barcelona, que era una ciudad que tenía contacto con las vanguardias francesas. Miró pudo ver, por ejemplo, obras de Picabia, así que ya tenía referentes de ese mundo antes de pisar la capital francesa.
¿Qué influencias de poetas destacaría como las más destacadas, o las más fructíferas?
—Todos son importantes, pero mencionaré a René Char y Jacques Prevert. Tuvieron una relación estrechísima. Prevert era un poeta con una visión populista y juguetona, y por aquel entonces estaba en todas las salas. Era tremendamente popular, incluso realizó guiones de cine. Eran amigos y le ofrecieron a Miró una imagen de lo poético. Y si nos centramos en el ámbito de Catalunya, no podemos olvidar a J.V. Foix, autor del que ilustró dos libros, y Joan Brossa, que fue muy mironiano.
Volviendo a sus años de París, ¿cómo vivió Miró ese interés por la poesía?
—Se estableció en la ciudad a principios de los años veinte. Se trata de un momento en el que Miró trabaja con muchos poetas y escritores, como Peret o Tzara. Incluso el propio Breton ilustró un libro de sus Constelaciones. Es decir, en el país continúa con un interés por lo poético, que se puede ver en la importancia de los títulos, similares a versos y escritos en francés, que pone a sus obras. En 1925, en su segunda exposición en París, la tarjeta va firmada por el grupo surrealista, algo que se hacía mucho en aquella época, para dejar claro que los firmantes avalan la obra mironiana.
¿Cómo influye en las obras de Miró?
—No solo se trata solo de los títulos en francés de sus piezas, también las frases que aparecen en sus obras y los números que a veces dispone en los lienzos. Miró tiene algo de caligramista y está cerca de la poesía visual. No es extraño que realizase escenografías para obras de teatro, pese a que Breton se lo criticara. Era otra forma de extender su interés por la literatura.
En los años finales, esta relación con la poesía se traslada a Mallorca ya que pasa a residir aquí, ¿no es así?
—Claro, se estableció en la isla, era casi vecino de Cela. Cabe recordar que el autor de La colmena tenía relaciones epistolares con autores exiliados y con intelectuales como Américo Castro. Luego, en la revista que fundará, Papeles de Son Armadans, Miró ilustró diversas portadas, como el número dedicado a Antoní Gaudí o en el que se abordaron las conversaciones de Formentor, impulsadas por el propio Cela. O El Vol de l’Alosa, con prólogo de Pere A. Serra, que fue un homenaje de los poetas mallorquines al autor que también contenía ilustraciones de Miró.
Constante, constante...