A Óscar Palmer se le puede aplicar el concepto de hombre orquesta, pero llevado al mundo literario. Es decir, es un hombre editorial, por ponerlo de alguna manera. El mallorquín, afincado en Madrid desde hace décadas, es el fundador de Es Pop Ediciones, curiosísimo sello que el año pasado sopló las 15 velas de su tarta de cumpleaños. La cosa curiosa, además del catálogo y la filosofía misma del proyecto, es que además del padre de Es Pop, Palmer es también todos los empleados a la vez: director, traductor, diseñador, etcétera. «Tener diversas funciones me ayuda a no aburrirme con ninguna de ellas y me ayudan a no volverme loco», explica el isleño que prepara ya las novedades de este otoño con Marvel Comics. La historia jamás contada como la primera en llegar.
Y si este ensayo histórico sobre cómo se logró edificar «una de las empresas más poderosas del mundo» es lo último en sumarse al catálogo de Es Pop, lo cierto es que se puede atisbar un hilo conductor en los títulos. El propio Palmer describe su parrilla literaria de la siguiente manera: «La idea era publicar ensayos y biografías sobre artistas y movimientos que me resultaran interesantes e importantes para la evolución de la cultura popular, pero con el paso del tiempo me doy cuenta de que la mayoría de títulos comparten el foco temático del conflicto entre los creadores y la sociedad mayoritaria».
Orígenes
Por ello, desde los orígenes mismos de Es Pop, con el lanzamiento, por un lado, de El otro Hollywood, cuyo subtítulo, Una historia oral de la industria del cine porno, se anda con menos rodeos que una cinta para adultos, al que se sumaba Los trapos sucios, la autobiografía de Mötley Crüe, hasta las horneadas más recientes de la casa editorial, el catálogo mismo de Es Pop ha visto pasar por sus páginas a «metaleros denunciados por incitar al suicidio, escritores llevados a juicio por obscenos, diseñadores de videojuegos acusados de inspirar matanzas, dibujantes de cómic a los que se responsabilizaba por el auge de la delincuencia juvenil», etcétera.
En el fondo todo se resume a una idea muy básica cuando se tiene en cuenta que «la mayoría de los libros» los traduce el propio Palmer, él mismo pelea por los derechos, trabaja el diseño y se encarga de trabajar con los ilustradores para las portadas. Esa idea no es otra que el hecho de que «son libros a los que voy a dedicar mucho tiempo de mi vida y me tienen que interesar. Lo tengo que tener superclaro, no tanto que vaya a funcionar comercialmente, sino que me vaya a dar la satisfacción de dedicar una parte de mi vida a algo que merezca la pena».
Y es que así comenzó todo, precisamente. Con esa filosofía. «Llevaba diez años traduciendo para otros», relata Palmer que ha tenido entre sus manos a autores como Bram Stoker o Stephen King. Durante esta etapa siempre «mantuve una relación cercana con la gente con la que he trabajado», un trato personal que le permitió «aprender los intríngulis de la profesión», por lo que «tras diez años de observador decidí arriesgarme y probar con libros que verdaderamente me apetecían» porque, según se dijo, «ya que iba a hacer el trabajo, pensé si lo hago y busco una propuesta, ¿por qué no intentar sacarlo yo mismo?».
Así nació Es Pop, como «una tirada de dados», como un azaroso ‘a ver qué pasa’, sin «plan a largo plazo ni mucho menos», pero que lleva ya 16 años funcionando y que desde los últimos «cinco o seis me permiten vivir en exclusiva de la editorial» en la que, básicamente, pone en práctica un «ejercicio de expresión personal» a través de sus títulos con los que «al ser un sello pequeño, tienes que dar en la diana».
La idea de productividad es, pues, también diferente. No busca la gran apuesta, el libro que le haga millonario, sino que el lector exigente esté tan feliz con el producto final como lo está el propio Palmer. Lo señala él mismo: «No quiero que el ritmo de publicación vaya determinado por un calendario comercial cerrado y predefinido. Prefiero que sean los libros los que vayan marcando las fechas». Esto es algo que pudo poner en práctica el año pasado sin ir más lejos, con Monster Show, de David J. Skal. Se trata de una obra que no estaba ni programada, pero el autor propuso al editor su deseo de venir a España y finalmente acabó organizándole una gira. Por ello, Palmer mantiene busca «estar abierto a esas experiencias» porque «te obliga a enfocar de una manera mucho más líquida los procesos de edición».
Casero
El secreto para el éxito cosechado es que «todo es muy casero». Palmer ejerce como una especie de «artesano» de la profesión. Si como traductor ya aplicaba una ética similar, en la que «aspiraba a ser invisible» y que se pudiera leer «la voz del autor y no el estilismo del traductor», como editor le dedica a los libros que publica lo que más necesitan: «Tiempo». Algo de lo que no siempre ha gozado en experiencias laborales pasadas, principalmente como traductor de series de televisión donde llegó a tener «cinco episodios en una semana».
Así, el lector recibe un producto trabajado, editado y muy mimado, algo que precisamente considera el futuro en un contexto en el que todo se informatiza, automatiza y deshumaniza más. Sí, habrá un consumidor al que le dé igual del mismo modo que ahora no es nada exigente con otros géneros como el cine o las series de televisión o, sin ir más lejos, los propios libros, pero también habrá «un lector exigente, que discriminan», y estos se fijarán en la editorial que les «dé garantías».
Es consciente el propio Palmer de que esta forma de trabajar «puede ser frustrante para el lector» porque se limita a «dos o tres libros al año», pero lo que da a cambio es mucho más que celeridad. En su momento se planteó «dar el salto y profesionalizarlo todo», pero se dio cuenta de que «no había montado la editorial para ello», porque, en el fondo, Palmer confiesa: «No quiero ser editor, sino disfrutar del proceso y del trabajo que hago».