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Reportaje

Los secretos del Oratori de Sant Felip Neri

El templo custodia joyas como la traducción al castellano de ‘El pi de Formentor', del propio Costa i Llobera

El padre Terrassa consulta varios documentos y exhibe una postal de Maria Antonia Salvà. | Pilar Pellicer

| Palma |

La iglesia de Sant Felip Neri de Palma contaba hasta hace poco con una vitrina, en la Capilla de la Virgen de los Dolores, en la que se mostraban algunos elementos particularmente interesantes de su patrimonio e historia. Ese pequeño espacio se amplió recientemente con siete vitrinas más en las que se retrata de forma ampliada la historia del edificio, desvelando curiosidades en forma de documentos y objetos.

El convento fue propiedad de los trinitarios hasta que en 1852 pasó a ser de la congregación de Sant Felip Neri. El recorrido expositivo intenta expresar esos orígenes hasta la llegada de la congregación. «El Ajuntament expropió la antigua iglesia y la congregación la reclamó. El estado era ruinoso y se usaba de almacén», explica el padre Llorenç Terrassa, de la orden de Sant Felip Neri. En el pequeño recorrido del museo se pueden ver una serie de objetos musicales, originarios del oratorio, junto con diversos materiales litúrgicos, entre los que destacan algunos cálices o casullas bordadas como las del Bisbe Campins, promotor de la intervención de Gaudí en la Seu, así como los bonetes negros propios de la congregación de Sant Felip.

El itinerario comienza con tres joyas bibliófilas que forman parte del archivo y que conviven en una misma vitrina; un libro que narra la vida de Ramon Llull y que significó el inicio de su proceso de beatificación, la primera historia de la iglesia católica escrita por un cardenal en plena reforma protestante, y un libro manuscrito de un discípulo de Fray Juníper Serra en el que se explica la partida del religioso hacia América. «Se trata de tres piezas muy importantes y curiosas. Por ejemplo, el acta de la partida del Pare Serra es la que en su momento se expuso en la iglesia de San Francisco», explica el padre Terrassa.

El archivo incluye un libro que narra la vida de Ramon Llull y que significó el inicio de su proceso de beatificación, la primera historia de la iglesia católica escrita por un cardenal en plena reforma protestante. Foto: PILAR PELLICER

Entre otras curiosidades, el archivo atesora más de 400 postales que envió la poeta de la Escola Mallorquina, Maria Antonia Salvà, junto a cartas manuscritas del Archiduque Luis Salvador de Austria. Estas piezas permanecen custodiadas en el archivo, no así un documento especialmente curioso que ahora está expuesto al público; El pino de Formentor, de Miquel Costa i Llobera, en traducción al castellano de su puño y letra. Se trata de una versión firmada por el propio autor de uno de los poemas más significativos de la literatura catalana. En el recorrido también se puede ver el cáliz de la primera misa que ofició el escritor tras regresar a Mallorca. «Miquel Costa i Llobera era vecino de la iglesia. Su casa de Palma estaba cerca y acudía muy a menudo al templo. El texto castellano de El pi se musicó y tenemos expuestas, junto al poema, las partituras originales de la obra», detalla Terrassa. Otra joya que albergan es un manuscrito de La Colcada, de puño y letra de Pere d'Alcàntara Penya, que data de 1831. Por tanto, es anterior a que obtuviera el premio en los Jocs Florals de Barcelona.

Los diferentes fondos del archivo que no están expuestos servirán para realizar exposiciones monográficas sobre algunos temas en los que la congregación tenga material suficiente para realizar muestras. «Es en el caso de las postales de la poeta Maria Antònia Salvà que intercambió con las hijas de Alcàntara Penya; así como otros documentos de interés, como volúmenes censurados por la Inquisición, y que llevan la anotación de las páginas prohibidas en la primera página», señala Terrasa, que destaca la labor de la archivera Carolina Tur y de la conservadora y responsable de Bellver, Magdalena Rosselló, en la musealización de las vitrinas. «Sin ellas este pequeño muestrario no sería posible. Hicieron un gran trabajo para poder enseñar una pequeña parte de los tesoros que albergamos», concluye el padre Terrassa.

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