La forma en la que María Cano habla del cuerpo humano, de sus pliegues, su movimiento, la forma en que la luz rebota en él, denota algo que ella misma confiesa. «Me parece algo tan natural; me fascina». Por ello, ha hecho del cuerpo, ya sea masculino o femenino, de la edad que sea y del tipo que sea, el principal objetivo de su cámara y lo ha desarrollado en varios proyectos artísticos hasta la fecha. El Mirador, el espacio instalativo de Lluís Fuster, es el más reciente escaparate para asomarse, nunca mejor dicho, al arte de la mallorquina disponible desde hoy mismo hasta el 28 de junio. No obstante, es solo la punta del iceberg de la mente creativa de Cano.
Cano ganó el Premio Plata en los Lux 2021 por Encontrar la forma, trabajo en el que fotografió al bailarín Alejandro Fuster que es punta de lanza para percibir el interés artístico y los resultados creativos de la fotógrafa: un cuerpo que se contorsiona sobre sí mismo, lucha y danza al mismo tiempo con la gravedad, el espacio y la luz del sol, proyectando sombras en una pared que dibujan su geografía corporal al tiempo que juega a ocultarse de la luz.
Este interés por el cuerpo es una línea progresiva que puede seguirse desde sus inicios en la fotografía, cuando era el objeto puro el que le llamaba la atención, hasta que dio con el cuerpo humano: «Los objetos son demasiado estáticos, me faltaba algo. Ahí fue cuando me centré en los cuerpos, su expresión, y me dio otra forma de mirar». Ella misma destaca que la piel y su forma son para ella «como un objeto más que fotografiar que me atrae porque cada persona es cómo es y cada piel es única».
El de Encontrar la forma es, sin embargo, solo uno de sus muchos proyectos, varios de ellos en marcha. «Soy un poco culo inquieto», reconoce Cano que explica que su forma de trabajar es «cuanto más sencilla, mejor». Aunque esto hay que entenderlo con algunas reservas porque a pesar de lo que dice, sí complica gradualmente los procesos de sus investigaciones, no en el sentido de hacerlas más imbricadas, sino dotarlas de una suerte de sofisticación en busca de nuevas formas y texturas.
Se puede apreciar en un proyecto realizado con polaroids que trabaja de manera «lenta y que voy cambiando» en el que escoge a gente anónima a los que hace posar «desnudos y de manera relajada». Le vale cualquiera, sin un perfil cerrado, como una forma de mostrar la tontería de que «si no estás en un canon de belleza parece que no puedes estar frente a una cámara». La idea final de este proyecto es «hacer un collage en el que espero llegar a 200 personas».
Otra muestra de su investigación en formatos y medios es Máscaras, en el que a través de retratos en blanco y negro realiza varias exposiciones y «juego con carretes caducados y con los fallos que genera la fotografía analógica», todo ello dando como resultado instantáneas únicas e irrepetibles.
Quizá el más ambicioso de los que tiene en marcha Cano es el proyecto El cant de la Sibil·la, una reinterpretación audiovisual del canto tradicional mallorquín que quiere recuperar el peso apocalíptico y visibilizar una práctica que ha ido perdiendo interés en las nuevas generaciones. Alejarla de su concepción puramente religiosa, en la que la mujer tiene un componente pulcro y perfecto, es otra de las intenciones que se logra a través de retratos de siete mujeres que cantan, cada una en su estilo, mientras representan la pieza.
Se captan, así, sus expresiones y movimientos, y el objetivo es representar las piezas con un sistema de sonido que permita oír individualmente a cada cantante al acercarse a su retrato y a todas a la vez en el centro de la sala, logrando una amalgama sonora, algo cacofónica, que transmite el sentido apocalíptico. Explica Cano que este proyecto está «acabado» y solo requiere de financiación para su instalación.
Otro ejemplo de su búsqueda es Deformar la forma donde juega con la emulsión: «Me doy cuenta de que me quedo corta plasmando en papel, enmarcando y colgando». Llega así a la emulsión en digital, que permite tamaños grandes y aportar «textura» con látex y papel de transferencia, logrando una membrana que aporta dimensionalidad.
El interés de Cano por el cuerpo no es ni compartido ni respetado por lo que hoy en día es una herramienta de trabajo más: las redes sociales. La censura es algo a lo que debe hacer frente constantemente «porque a día de hoy el desnudo no se trata de forma natural y cuando se ve un cuerpo desnudo se considera que significa algo sexual». Por no hablar del pezón. Bueno, en específico del femenino. «Una foto con el pezón de un chico no la cierran y he estado tiempo sin publicar nada de la rabia». De hecho, destaca una de las fotografías de Cano en su Instagram en la que sustituyó el pezón de una mujer por el de hombre y, milagrosamente, no se censuró.
En cualquier caso, la fotografía no deja de ser para Cano un obvio medio de expresión, crítica y filtro para el mundo, sino también una forma de ponerlo entre paréntesis, de apagar el ruido durante un tiempo y centrarse, manualmente, a la tarea que la ocupa en ese mismo instante, la de parar el tiempo y captar la forma que le interesa: «La vida es bastante dura y es mi forma de evadirme».