Es la primera vez que Oli va a la escuela sin la compañía de su madre. Es un camino muy habitual, pero termina perdiéndose en las profundidades de un bosque encantado, un lugar donde habitan seres mágicos y extravagantes: flores parlanchinas, ranas nómadas, abejas desorientadas y murciélagos activistas. Todos ellos sufren las consecuencias de esta tecnología que aparentemente sirve para conectar las personas pero que, sin embargo, también tiene efectos muy negativos, como la desconexión con la naturaleza. Esta es la premisa del nuevo cómic de Bàrbara Alca (Palma, 1990): El bosque encantado de conocerte (Salamandra Graphic).
La autora mallorquina, afincada desde hace años en Barcelona, tenía claro que quería que su nuevo cómic para la colección infantil y juvenil del sello Salamandra abordara la importancia de la sostenibilidad. Como Oli, también Alca quería la aprovación de sus compañeros, tener el último modelo de mochila o, en el caso de la ilustradora, las Lelli Kelly.
Encajar
«Cuando tienes siete u ocho años buscas ser como los demás, formar parte del grupo, pero es verdad que ahora, con las redes sociales, muchos niños son más receptivos a estos mensajes que fomentan el consumismo, de que poseer cierto objeto te da un estatus. Es una cuestión transgeneracional, pero en la actualidad se ha globalizado. Si a los adultos ya nos afecta bastante, imagínate a los pequeños de la casa, que no tienen del todo desarrollado el control de los impulsos o el sistema de recompensa», razona.
En este sentido, explica que «lo que más está en nuestras manos, aparte de reciclar, es no consumir. Varios estudios concluyen que reciclar es efectivo, pero ojalá lo fuera más, así que al final reducir es más importante incluso. Tenemos que aprender que cuando tenemos nuestras necesidades cubiertas no necesitamos comprar nada más, por muchos anuncios que nos quieran vender lo contrario. La culpa, pues, no sería tanto de los usuarios, sino de las grandes empresas, pero es cierto que cada vez que consumes estás emitiendo un voto».
Mensaje
En todo caso, aunque el cómic tiene ese mensaje claro, el tono es de crítica constructiva, sin ánimo de caer en la apatía ni tampoco de «asustar a nadie». Además, tanto el guion como las ilustraciones reflejan el sentido del humor que caracteriza la obra de la mallorquina. «Si criticas desde el enfado, que es en realidad como nos sentimos todos, estás metiendo más leña al fuego, empeorando una situación que ya de por sí es negativa. En cambio, si consigues despertar conciencias con el humor, es como una tirita, es una manera de ayudar a la gente a que entienda que debemos seguir adelante», compara.
Este tratamiento, señala, hace que también el cómic sea «entretenido para los padres» y, al final del libro, se incluyen algunos consejos para ayudar a preservar el medio ambiente y «todas las criaturas que viven en él, pues a veces nos olvidamos que nosotros no somos el centro del universo, sino que también debemos cuidar las flores o los animales».