Con las primeras campanadas que daban las doce del mediodía arrancaba este Viernes Santo el Via Crucis en Cort, la representación basada en el poema de Llorenç Moyà que lleva a cabo la compañía Taula Rodona Teatre con el apoyo del Ajuntament de Palma. Decenas de transeúntes se congregaban alrededor de la plaza; unos espectadores fieles a la tradición y otros tantos turistas curiosos que decidían que valía la pena prestar atención a lo que sucedía –o, al menos, dejar testimonio gráfico de ello a través de las cámaras de los móviles–. A las doce en punto, pues, se ponía en marcha la comitiva del montaje, liderada por Bernat Pujol, que ejercía de presentador a la vez que de director de este montaje, y Vicky Pieniazeck, que puso su potente voz al servicio de la representación un año más. El silencio y la solemnidad de la procesión iba contagiando el ambiente a su paso, haciendo callar a más de uno.
Sin embargo, no se trata de una procesión al uso, como el propio Pujol ha puntualizado en varias ocasiones, sino que se trata de un «acto sacramental» que constituye un «rito teatral» en el que se entremezclan poesía, el movimiento, el grito, el lamento y la música –que ofrecen los artistas Jaume Salom, Carlos Gil y Teresa Gil– para adentrarse hasta el fondo de cada espectador». «Ofrece una visión pasoliniana de una absoluta austeridad para dar una visión universal, lejos de tópicos provincianos», resume.
Recorrido
Cabe recordar que hace 37 años que se representa el Via Crucis, pero era solo el tercer año que se lleva a cabo esta procesión –con permiso de Pujol– por las calles de Ciutat, desde Cort, bajando por Conqueridor hasta s'Hort del Rei y parte de Dalt Murada hasta culminar en Ses Voltes, sobre las 12.15. Una decisión que ha resultado ser muy acertada de Pujol que ha hecho posible disfrutar todavía más de esta representación, tanto por parte del público, que ya no tiene que sufrir el agobio y los ataques de claustrofobia que se producían en la escalinata de la Seu, como por la de los propios actores, que pueden desplegar sus dotes interpretativas con mayor libertad, pudiendo bordar más sus papeles y contribuyendo así a la austeridad espectacular que caracteriza esta puesta en escena.
Justo antes de bajar por la rampa hacia Ses Voltes se da la curiosa situación de empezar una nueva comparsa: la del público que quiere seguir la comparsa y que, siguiendo las órdenes de los policías municipales, tiene que esperar a que se inicie la función, cuyo ‘sus' da Pujol, que reproduce las palabras que Moyà –a quien conoció personalmente y de quien, por cierto, también dirige la exitosa obra L'Adoració dels Tres Reis d'Orient, en este mismo escenario, cada 6 de enero–.
Cuando llega el momento, la tropa se precipita –sin olvidar sus dispositivos, ya que, insisten, para qué contemplar algo si luego no lo puedes enseñar y compartir en redes– rampa abajo hasta Ses Voltes, donde hay colocadas decenas de sillas para que todo el mundo tenga su sitio. Otros muchos, sin embargo, han optado por quedarse arriba, en los ‘balcones', y ver el espectáculo desde un plano picado.
La representación ha transcurrido sin contratiempos y muy puntual, como también lo han sido los aplausos –de cerca de un millar de espectadores, algo menos que el año pasado– al terminar la función, que cautivó no solo a adultos, sino también a niños. En una de esas sillas de plástico, unas filas más atrás de donde se ha sentado la presidenta del Govern, Marga Prohens, junto a la senadora popular Maria Salom y el regidor de Cultura, Javier Bonet, un niño seguía la actuación con sumo interés y, a pesar de los intentos de los padres de que se guardara para sí sus preguntas, los que estaban cerca las podían escuchar: «¿Esos son los malos?, ¿Cómo lo han maquillado? El pensamiento más conmovedor: «Cuando le pegan me da miedo, le hacen daño». «No te preocupes, solo es una obra de teatro», le calmaban sus progenitores.