Hace 30 años que Susana Ivorra (Palma, 1981) vio por primera vez Pretty Woman. Desde entonces, y después de buena parte de ese tiempo dedicada a la psicolgía especializada en relaciones, la escritora ha ido recogiendo cómo las películas reflejan los mitos del amor romántico. El resultado es Luces, cámara... ¡Amor!, un volumen que, como ella misma reconoce, podría ser un libro sobre cine que habla del amor o al revés. Lo presentará este jueves, a las 19.00 horas, en el Rívoli (Palma), acompañada por la realizadora Marga Melià.
«En las terapias me he dado cuenta de que para explicar algunas cosas me viene muy bien usar metáforas o hacer referencias al cine o las series. Así que pensé en dar el salto a la escritura desde la consulta», cuenta la autora. Como es de suponer, en la gran pantalla abundan más los ejemplos de relaciones tóxicas que no de las sanas.
Volviendo al caso del famoso filme protagonizado por Julia Roberts y Richard Gere, Ivorra recuerda que la trama se desarrolla a lo largo de seis días. «No puedes conocer a una persona en ese lapso de tiempo ni esa persona puede cambiar. Él es un narcisista de manual desde el minuto uno y trata a las personas como complementos. Al cabo de seis días se pretende que sea un ser de luz. Es fantástico que él quiera ser mejor persona, pero cuando pasa un tiempo esa seguridad queda a un lado. Como se narra en el libro, más tarde él no se esfuerza por ser ese ser de luz y ella, Vivian, está hasta las narices de Edward y le pide ir a terapia, pero él le da largas. Es algo que pasa a muchos: están en momentos distintos de la relación y eso provoca problemas», compara.
Otro ejemplo malo: Sexo en Nueva York. «Mr. Big y Carrie mantienen desde el inicio una relación muy tóxica, por ambas partes», afirma. El caso, declara, es que «aunque veamos que se trata de algo tóxico, el hecho de que nos siga gustando este tipo de cine que nos muestra cosas que en realidad no son o no deberían ser así, hace que nos volvamos más adictos al drama». Así, cuando llegamos a una relación sana y estable, podemos pensar que nos aburrimos. «Se ha romantizado la toxicidad», lamenta. Eso incluye los celos, seguramente una de las pruebas que lo demuestran. En este sentido, puntualiza que «la emoción de los celos no es mala de por sí». «Al final, cuando intentas rechazar una emoción, esta se instala más y te ha hace tener conductas que no te gustan y que son censurables. Pero no hay que demonizarlas, hay que aceptarlas y ya las regularemos de otras formas. No es moderno ser celoso. La mujer y el hombre modernos se supone que no cargan con mitos del amor romántico, pero no es así», añade.
Una confusión que a menudo se produce es acerca del enamoramiento que, según apunta Ivorra, no es muy diferente a la ansiedad; la diferencia es que el primero se siente hacia una persona. «Hay personas más hechas para la seguridad y otras que buscan la novedad. En el enamoramiento se está más cerca de lo último que de la seguridad. A medida que la persona hace balance, la balanza se inclina a un lado o a otro».
«Las referencias que tenemos del enamoramiento es que es inevitable, mágico e inmediato; pero luego vemos que eso es el enamoramiento, no en el amor. El cine nos muestra casi siempre las etapas iniciales, pero no lo que viene después. Hay excepciones claro, como las que aparece en la reciente Anatomía de una caída, que «muestra el declive de una relación» o Vidas pasadas, «un ejemplo maravilloso que habla de cuando estás en una relación estable que se ha cocido a fuego lente y de repente irrumpe un amor de la infancia que no pudo ser».
En todo caso, el mito romántico más extendido, según la autora, es ‘el amor todo lo puede'. «El problema es creer que el hecho de amar a una persona o que alguien te ame pude hacer que consigas todo y a veces dos personas tienen ritmos vitales distintos o maneras de funcionar que no son compatibles», sintetiza.
Hoy que es San Valentín, una fecha que para muchos es el colmo del capitalismo y la mercantilización del amor, Ivorra reconoce que «el amor romántico ha sido durante mucho tiempo el yugo de las mujeres, que han estado controladas y distraídas con ello; pero cada vez soy más partidaria de celebrarlo si apetece. Incluso ya existe San Solterín. Creo en el dejar a las personas que sean como deseen ser, sea considerado moderno o no, porque, ¿qué es ser moderno? Vivimos en incoherencias y no pasa nada».